Candela Igualador nos acerca, una vez más, a la parte menos conocida (pero igual de asombrosa) de nuestra ciudad:
Nuestro río es pequeño, poco profundo y ahora, gracias a “Ecologistas en Acción” y al Ayuntamiento, un poco más limpio, con más vida. Pero además, en sus orillas aloja dos hermosas ermitas, tan coquetas como curiosas.
San Antonio de la Florida
Construida entre 1792 y 1798 por el arquitecto italiano Felipe Fontano en estilo neoclásico, lo verdaderamente importante lo encontramos en su interior. En 1798 Francisco de Goya la decoró con unos maravillosos frescos que le han dado fama mundial.
Las pinturas se organizan en torno a la cúpula, donde se explica un episodio de la vida del San Antonio. Éste resucita a un hombre asesinado de cuyo crimen era injustamente acusado el padre del Santo. Le acusaban porque el asesino había enterrado el cuerpo en el jardín de la familia. Con un poco de atención, puede encontrarse al acusador y probable culpable, que huye disimuladamente. Goya aprovecha e incorpora a la escena a un nutrido grupo de personajes castizos a los que sitúa alrededor de una barandilla. El par de niños encaramados a ésta son deliciosos. También se incluye a un ciego en referencia, suponemos, a otro milagro del santo.
A los pies del presbiterio, se encuentra la tumba de Goya, al que falta la cabeza y cuyos restos se hallan revueltos con los de su amigo y consuegro Martín Miguel de Goicoechea, o eso cuentan. Ambos estaban enterrados en un mausoleo en Burdeos. El entonces cónsul español, Joaquín Pereyra, descubrió el enterramiento y con buen juicio decidió llevar los restos de regreso a España, no sin algunos avatares que serían largos de contar. Incapaz de separar a los amigos, se decidió enterrar a ambos amigos juntos. Eso sí, sin cabeza.
La tradición
El 13 de junio, día de San Antonio, todas las mujeres que deseen encontrar novio –antes las modistillas, pero de ésas cada vez quedan menos- deben acudir a la ermita y meter la mano abierta en la pila del agua bendita, que en esa ocasión estará llena de alfileres. Al sacar la mano, encontrará tantos novios como alfileres hayan quedado prendidos en la mano. Si les interesa, por probar no se pierde nada.
Está abierta todos los días de 9:30 a 20:00 y el acceso es gratuito.
Glorieta de San Antonio de la Florida, 5
Virgen del Puerto o “La Melonera”
Uno de los edificios más bonitos y castizos de Madrid, y también de los más desconocidos.
Llamado por el rey para organizar la Villa y nombrado Alcalde de Madrid, Antonio de Salcedo y Aguirre, Marqués de Vadillo, vino de Plasencia donde era corregidor. De allí trajo una copia de la Virgen del Puerto. Dicen que la original vino de Oporto – de ahí su nombre- y que de allí unos marineros la llevaron hasta Plasencia. El Marqués le tenía mucha fe y cuando le mandó llamar el rey, se trajo una copia a Madrid.
Para albergarla mandó a Pedro de Ribera, en 1716, construir una ermita a orillas del Manzanares, para que las lavanderas tuvieran un lugar digno donde acudir a rezar. “quiero una obra digna de condes y marqueses”, dicen que le dijo al entonces joven arquitecto. Tan bien le salió que le convirtió en su arquitecto favorito y llegó a nombrarle Maestro Mayor de Obras de Madrid y de sus Fuentes y Viajes de Agua.
La tradición, de nuevo.
Además de la belleza innegable de su planta octogonal, de su cúpula y de su sencilla fachada enmarcada por dos torres cuadradas cubiertas con chapiteles, la creencia que alberga no deja de ser curiosa.
Dice la tradición que si has encontrado novio en primavera, el segundo domingo de septiembre, has de volver con él, para comerte un melón. Si éste sale bueno el matrimonio también será dulce y feliz. No sabemos lo que pasará si sale pepino…
En la ermita podemos ver el sepulcro del propio Marqués, con un curioso epitafio que les invito a leer en la propia lápida.
Es algo difícil de visitar. Lo mejor es ponerse en contacto con ellos. Son muy amables. La visita guiada (1Euro) es francamente aconsejable.
Paseo Virgen del Puerto, 4