Si metiésemos en una coctelera Mind Hunter, Madrid (como escenario), Akira, algo de Death Note, Rendición de Loriga, algunos conceptos foucaultianos, Blade Runner, alguna cosa también de Agota Kristoff, otro poco de relato bíblico y un videojuego de construir civilizaciones tipo Age of Empire, es muy posible que el engrudo resultante tuviera un color parecido al de Europa (Alrevés, 2019) de David Llorente.
Europa —y lo digo huyendo del adjetivo “inclasificable” y pensando que no es necesario clasificar la novela por categorías, aunque a mí me facilite la labor de crítico y al posible lector de este artículo (entiendo), la posibilidad de saber de qué tipo de libro estamos hablando— es una novela negra, social, tecnológica, nihilista, psicótica, posmoderna, onírica, medioambiental.
Y en ese sentido es particularmente interesante el último punto. David Lorente crea preguntas y las responde: avanza problemas (“Pensé que alguien estaba tirando piedras desde un tejado: Luego me di cuenta de que los pájaros se caían del cielo y se reventaban contra el pavimento” o: “Caminé por la orilla del Manzanares y tuve que taparme la boca para contener las arcadas que me provocaba el hedor del pescado podrido”) y anticipa los parches.
Un ejemplo de este ejercicio podría ser el siguiente: en un futuro inmediato habrá enfermos (directos) de polución. Es decir, un tipo de enfermedad que esté tipificada como tal en algún manual médico. La pregunta, entonces, es qué se hará con estos enfermos. La respuesta, plantea Llorente, será crear ciudades subterráneas y aumentar y reincidir en la estratificación social. Y dotar de mayor carga a la metáfora de “los de arriba y los de abajo”. Arriba, más arriba, no hay polución. Haciendo esto, Llorente también deja clara una cosa: la crisis medioambiental, como la económica, afectará a los de siempre.
Poco importa saber, por cierto, la trama inicial de Europa porque el avance del libro es demencial (en su significado más puro): la impredecibilidad es la nota común en el discurrir de las páginas. El avance narrativo se diluye entre conceptos punkis (“Cerré los ojos y le di las gracias a aquella mujer que me reventó la nuca de un balazo”), subversivos e incluso esquizofrénicos. Pero no es un problema, eh. Yo leí Europa con la cara del perro del meme cuya casa arde y un bocadillo se posa sobre su cabeza con la frase “This is fine”.
Me ha gustado leer algunos fragmentos del libro como en clave anti-Mr Wonderfuliana. Es decir, como si el director de contenidos de la marca tuviera un trastorno bipolar que llevara el nombre de David Llorente. El libro, así, se carga de aforismos adjudicables al mayor supervillano imaginable. Algunas son: “Si tienes remordimientos por las cosas malas que has hecho, piensa en esas otras cosas horribles que has dejado sin hacer”; “No existe ninguna diferencia entre el bien y el mal”; “La empatía es el defecto de los débiles”.
Pesimismo desaforado, bajos fondos, sexo, alcohol a cascoporro, asesinatos, milagros tecnológicos, lucha climática, rabiosa (realmente rabiosa) actualidad, deshumanización, cuestionamientos transhumanos, venganza por doquier. Todo, en cualquier caso, para refrendar la máxima de Lampedusa y decir que sí, que es necesario que todo cambie para que todo siga igual. Yo, de verdad lo digo, no sé qué más queréis en una novela.