La reina del Art Decó nos da motivos para pensar que fue una moderna adelantada a su tiempo.
Es inevitable mirar al pasado a través del prisma del presente, del mismo modo en que oteamos el futuro sin quitarnos las gafas del ahora, como cuando Regreso al futuro 2 imaginaba unos monopatines voladores jamás avenidos a partir de los monopatines mondos y lirondos que aún obstaculizan las calles de nuestra era.
Y por eso este análisis no tiene nada (o casi nada) de intelectual y peca de un millennialismo descarado que no intentamos disimular. Cuando fuimos a la exposición de Tamara de Lempicka en el palacio de Gaviria no pudimos abandonar en el guardarropa nuestra mirada curtida en las redes sociales. Tampoco es que nos dé vergüenza: a la salida había un «área selfie» que no precisa explicación. Así que nos vemos legitimados para dar nuestra visión juvenil.
La obra de Tamara de Lempicka da para un reportaje aparte, o para una visita sin prisas a la exhibición, que termina el 26 de mayo. Sí nos da tiempo mencionar sus colores atrapantes, sus pinceladas invisibles, la vida que narran los ojos de aquellos a quienes retrató.
Lempicka es una de esas persona cuya vida iguala (o supera) en interés a su carrera profesional. La comisaria de esta exposición, Gioia Mori, saca partido a este atributo tan particular, y al final de la muestra no sabes si te ha abducido más el trabajo de la artista o los retazos bien remarcados de su personalidad.
Fotos y vídeos hechos para un feed de Instagram
La exposición abre con un vídeo mudo de Tamara de Lempicka en un jardín. Aparece vestida de forma impecable, con uno de sus sombreros favoritos y guantes hasta el codo. Jamás mira a cámara, pero no finge ser ajena a que la están filmando. Se mira las uñas, se acicala el pelo, posa sin remilgos.
Entre los cuadros que ahora decoran la planta superior del Palacio de Gaviria hay también fotos de ella que parecen disparadas para Instagram, y que destilar un carácter puro que nos deja entrever su identidad.
La casa del futuro
Otras imágenes que parecen proyectadas para el siglo siguiente, o sea, para el nuestro: las de su casa en París, con una decoración hipermoderna que dista diametralmente de las tendencias de la época. Recuerdan a una vivienda de principios de los 70, pero ella decoró esas paredes en la década de 1930.
Libertad sexual y sin tabúes
Tamara de Lempicka se movió a su antojo por las esferas sociales de San Peterburgo, París, Milán y Chicago. Se casó dos veces, primero con el abogado Tadeusz Łempicki y, tras su divorcio, con el barón Raoul Kuffner de Diószegh. Del primero obtuvo su apellido, del segundo, su apodo de «baronesa con pincel».
La artista nunca ocultó su bisexualidad, y sus matrimonios no fueron una tapadera de su orientación sexual. Lempicka plasmó en su obra su fascinación por el cuerpo femenino, en especial en el cuadro La bella Rafaela, un retrato al desnudo de una de sus modelos favoritas.
Se codeaba con otros influencers de la época
De uno de sus viajes a Italia, Tamara de Lempicka regresó diciendo que había conocido y pintado al rey español Alfonso XIII. Concedió varias entrevistas para tratar el asunto: no se cortó al declarar que el monarca era uno de los modelos más parlanchines que había tenido a bien inmortalizar.
Pero no había pruebas del encuentro entre Lempicka y el rey. El famoso retrato no aparecía por ninguna parte, y siempre se había ponderado que esta historia fuera un bulo difundido por la propia artista.
Por suerte, la Historia ha acabado poniéndose de parte de Lempicka: la comisaria de la exposición encontró el cuadro real 80 años después. Está inacabado, pero el bigote de Alfonso XIII es la pista que faltaba para garantizar la veracidad de esta historia.
Otras muchas estrellas de la época se dejaron caer por las fiestas y las orgías organizadas por la pintora.
Incursión en el mundo de la moda
Tamara de Lempicka diseñó carteles de moda, internándose en un mundo paralelo al del óleo y los pinceles. La exposición deja constancia de su influencia en este mundo, que aún perdura en casas de alta costura como Dolce & Gabanna, Prada y Versace.
Así es como se ve a Tamara de Lempicka a través de unos ojos que han visto muchas stories, hashtags e influencers. Esto no es más que otra interpretación de una de las mejores artistas del siglo XX, una visión contemporánea para aproximarse a una vida y una obra que dejan huella en quien se anima a observarlas.