Es curioso, en la comparación constante entre Madrid y Barcelona, que se puedan encontrar ecos entre dos de los parques urbanos más importantes de ambas ciudades. En Barcelona, el de la Ciutadella, recibe ese nombre por haber sido una fortificación militar tras la Guerra de Sucesión. En Madrid, en el caso del Retiro, la etimología no está condicionada por un conflicto bélico. Ahora bien, las similitudes entre un parque y otro nacen en el mismo titular y casi mueren ahí: El Retiro fue una fortaleza militar durante la Guerra de Independencia.
Brevísimo repaso de las clases de historia de 2º de la ESO: 1808, España abrió sus puertas a los franceses, que entraron con la excusa de invadir Portugal, y se la jugaron a Fernando VII. En su llegada a Madrid, el General Murat decidió que (a falta de un castillo) el mejor fuerte militar posible en la ciudad sería El Retiro. Sus grandes dimensiones, su ubicación estratégica y su altura con respecto al resto de la ciudad convertían El Retiro en el lugar perfecto para el emplazamiento de la ciudadela.
Y ahí que se instalaron los franceses con toda la (literal) artillería. Cerca de 2.000 soldados convirtieron El Retiro en su casa; en un gigantesco baluarte con baterías y artillería.
El paso de los franceses por el lugar recuerda al de un elefante por una chatarrería: arrasaron con casi todo. Podaron miles de árboles para hacer sus hogueras y acabaron, también, con edificios icónicos como el Palacio del Buen Retiro o la Real Fábrica de Porcelana. Cambió mucho El Retiro en los seis años que pasaron por él los franceses y ha cambiado mucho de entonces a nuestra época.
El Retiro se convirtió en algo parecido a un búnker: era una ciudadela fortificada con forma de estrella. El centro de la fortificación, por cierto, estaba donde hoy está la Fuente del Ángel Caído. Años más tarde, de cara al final de la guerra (en 1814), los españoles, con ayuda de los ingleses, consiguieron retomar el lugar. Con todo el parque, como hemos dicho, destrozado.