En la reciente película, El gran showman, conocimos la historia de Phineas Taylor Barnum, un empresario del siglo XIX que entró en el negocio del circo a sus 60 años de edad, creando un espectáculo circense, considerado el mayor espectáculo del mundo. Algo parecido —sin leones, ni acrobacias imposibles— es lo que nos ofrece Antonio Fuentes, el verdadero gran showman del Madrid del siglo XXI, más conocido por su faceta como director del Teatro Lara.
Nada tiene que envidiar Antonio a Hugh Jackman en lo que respecta a grandes hazañas. Ponerse al frente de un teatro que abrió sus puertas en 1880 no es fácil. Menos aun cuando piensas que a tus espaldas tienes imponentes figuras históricas como la de Cándido Lara, el empresario que ganó dinero vendiendo carne a los ejércitos en las guerras carlistas y lo invirtió en la construcción de un teatro para la clase burguesa. Sí, el Teatro Lara estaba enfocado a un público de alta alcurnia en una problemática zona que vaticinaba un fracaso total. No obstante, por irónicas casualidades del destino, el teatro fue un éxito y a día de hoy su ubicación es privilegiada (en el numero 15 de la Corredera Baja de San Pablo en el barrio de Malasaña) y su público es menos «burgués» pero muy codiciado. A fin de cuentas, no todos los teatros madrileños pueden presumir de haberse convertido en un símbolo cultural.
De multinacionales a la dirección de un teatro
Cuando decimos que Antonio Fuentes sigue la estela de Phineas Taylor Barnum no es una hipérbole; entró como socio hace 12 años y se hizo cargo de toda la dirección del teatro a los 10. Al comienzo, entró como accionista en este proyecto con el fundador de Jazztel, Martín Varsavsky, sabiendo que no era una tarea fácil, pero finalmente decidió apostar por él a pesar de no contar con una trayectoria de fondo en las artes escénicas.
«Había teatros que apostaban por la compañía, pero nosotros apostamos por emociones.»
Cuando asumió este cargo, había muchas compañías que no querían ir al Teatro Lara porque estaba abandonado y había perdido ese sinónimo de calidad del que gozó en el pasado. Fue entonces cuando decidió dar un giro y apostar por buenas compañías, independientemente del renombre que tuvieran.
Resulta curioso que en este período, el Teatro Lara albergara obras como La función por hacer de Miguel del Arco, que se estrenó en 2009 en el hall en sesiones de medianoche y tuvo tan buena acogida que pasó a horario normal. Ahora, los responsables de este montaje —la compañía Kamikaze— tienen su propio teatro, el Pavón Teatro Kamikaze. Es uno de los muchos casos en los que el Teatro Lara ha actuado como un trampolín.
Resurgir de las cenizas como un ave fénix
En una época en la que las salas se peleaban por compañías con una gran trayectoria, el Teatro Lara apostó por las emociones. Tal como relata Antonio Fuentes, no querían grandes proyectos consolidados, sino obras que conectasen con el público.
«Es un impulso, algo que tú has sentido. No es una fórmula matemática.»
El mejor exponente de esta búsqueda de emociones es uno de los grandes éxitos del Teatro Lara que acaba de cumplir su quinto aniversario, La llamada. Antonio Fuentes vio tanta ilusión en Los Javis que apostó por ellos cuando se dedicaban a servir copas para llegar a fin de mes. Al principio el musical se representó en el hall y lo que empezó como un proyecto pequeño acabó siendo uno de los grandes éxitos no solo del Teatro Lara, sino de toda la cartelera madrileña. «La gente se reía mucho, el público salía con buen rollo y diciendo lo bien que lo había pasado», así describe Antonio la génesis del éxito de la obra.
«Trato de ponerme en la piel de un espectador. Trato de hablar con la gente que viene al teatro y pienso, ¿les gustará a ellos esta obra?». He aquí la clave del resurgir del teatro: el público. Parece una obviedad que cualquier teatro debe apostar por el público, que a fin de cuentas es de lo que depende su existencia, pero no todos pueden presumir de agotar sus localidades día tras día.
Obras que han marcado un antes y un después
La duda asalta a Antonio cuando le preguntamos por las obras que le hayan motivado a seguir adelante con esta ardua tarea. Es comprensible si tenemos en cuenta que por el Teatro Lara han pasado miles de obras y elegir una es más complicado que decantarte por un sabor de helado entre cientos. Sin embargo, es capaz de citar algunas como La función por hacer, Interrupted, Malas hierbas, Los miércoles no existen, Las heridas del viento, e indudablemente, La llamada y Burundanga.
«El Teatro Lara se ha convertido en un símbolo cultural del barrio.»
Volvemos a poner en un aprieto a Antonio preguntándole por una obra que fuera una grata sorpresa y, aunque permanece dubitativo durante unos segundos, nos da una respuesta: Interrupted, una obra pequeña que derrocha tanto talento que ha conseguido llenar todas las funciones, aun contando con escasos recursos y sin una gran inversión. Es el mejor ejemplo de una compañía que aprovecha todas las posibilidades de la sala y vuelca toda su alma en representarla.
La apuesta por el «off» y las rutas teatralizadas
Hay decenas de teatros en Madrid que apuestan por el «off», pero cuando el Teatro Lara empezó a programar estas obras de menor presupuesto no era una tendencia habitual. Estas obras han creado un público fiel que gracias a la tarifa plana puede ver toda la programación por una módica cantidad, la cual se amortiza fácilmente teniendo en cuenta que actualmente hay 8 obras en cartel en la sala Cándido Lara y 16 en la sala Lola Membrives.
Antonio Fuentes se confiesa enamorado de la sala Lola Membrives y de las pequeñas grandes obras que han pasado por ella. ¿Pero cómo es posible mantener todo este entramado? La respuesta: «Lo que más funciona es darle tiempo para que se muevan con el boca a boca porque no puedes hacer una gran inversión publicitaria en ellas, así a la gente le da tiempo a verlas. Hay gente que viene todos los días y se ha visto toda la programación.»
Tampoco pierde la oportunidad de recomendar las visitas teatralizadas de la compañía Los Absurdos Teatro, las cuales nos permiten conocer sus bambalinas, su historia y algunos de los secretos como el motivo por el que se conoce el Teatro Lara como la Bombonera de Don Cándido o quién fue la musa de estos escenarios.
El futuro del teatro
La implicación emocional con el espectador que ha conseguido el Teatro Lara es pura magia. Incluso le hemos cogido cariño a elementos físicos como las fotos en blanco y negro de los actores de la entrada, sus columnas o la cúpula de la sala Cándido Lara. Todo esto logra que cuando entremos aquí no vayamos a ver un simple espectáculo, sino que tengamos una cierta sensación de cosquilleo similar a la que nos produce un reencuentro con un ser querido.
El destino del Teatro Lara, como el de cualquier sala dedicada a las artes escénicas, es incierto. Pero teniendo en cuenta que ahora se celebra su 140 aniversario y que ha sido capaz de sobrevivir a incendios, especuladores inmobiliarios, crisis de público y pandemias, intuimos que tiene un largo camino por delante antes de bajar el telón por última vez.
Fuente de la imagen de portada: Masteatro