La historia de Madrid ha estado siempre muy ligada al agua. Y es que del tiempo en el que Madrid fue Mayrit se conserva un lema que aún se puede leer sobre la fachada de uno de los edificios de la Plaza de Puerta Cerrada en La Latina: «Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son«. La primera parte de este lema hace alusión a que, por aquel entonces, Mayrit era un terreno en el que abundaban arroyos y acuíferos y, la segunda, a las chispas que se podían ver de noche cuando las flechas impactaban contra la muralla.
Con el tiempo este culto al agua se mantuvo y, con la llegada del Canal de Isabel II, se decidió construir en 1858 una fontana en homenaje al río que daba de beber a la ciudad: el Lozoya. Esta alegoría al río no es muy conocida, a pesar de que se encuentra en una importante arteria de la ciudad: a la altura del número 49 de Bravo Murillo, adosada a uno de los muros del Primer Depósito del Canal.
La fuente fue diseñada por Juan de Ribera Piferrer. Tiene tres hornacinas, en las que se pueden encontrar las personificaciones del río Lozoya, de la Agricultura y de la Industria. Hasta el año pasado la fuente estuvo en desuso porque provocaba humedades en el edificio que tiene detrás, donde se encuentran los Archivos Centrales del Canal, pero desde febrero de 2020 el rumor del agua ha vuelto a formar parte del paisaje sonoro de la calle.
El conjunto escultórico está inspirado en la conocida Fontana di Trevi de Roma. Sin embargo, escenas como la de Anita Ekberg en La dolce vita no se pueden ver en esta fuente madrileña, puesto que una valla impide el acceso al público. Algo que los vecinos del barrio quieren cambiar, desde asociaciones como Parque Sí y Corazón Chamberí, según informaba en su día Somos Chamberí.
Mientras tanto, se puede disfrutar a cierta distancia (como todo en estos tiempos pandémicos) de las vistas que esta joya escondida ofrece en pleno centro de Madrid.
Fotografía de portada: @hamptonsc