Una de las mejores cosas que se pueden decir de un poeta –al margen de su obra– es que habla igual que escribe. El elogio a la forma de expresarse de Juancho Marqués (Sevilla, 1987) va precisamente por ahí. Juancho mastica las palabras como el poeta Ángel González mastica los minutos. Se interrumpe a sí mismo y repite palabras (mental o verbalmente) hasta encontrar la que se ajusta a lo que quiere decir.
Nos citamos con él en The Music Station, el hub creativo-musical que ha creado Warner Music junto al Gran Teatro CaixaBank Principe Pío. No es casualidad que a apenas unos metros de donde estamos hablando vaya a estar Juancho Marqués dando un concierto dentro de pocos meses. Entre finales de septiembre y principios de octubre se celebre el Festival CaixaBank Madrid Live Experience, evento en el que Juancho Marqués dará un concierto el 3 de octubre. Y motivo por el que nos citamos con él.
A pesar de que el año pasado volvisteis a los conciertos, el parón por el confinamiento y la vuelta a los conciertos progresiva fue muy peculiar. Ahora este verano tienes la temporada de festivales y la culminas el 3 de octubre con un concierto en el seno del Festival CaixaBank Madrid Live Experience. ¿Cómo te llevas con los directos? ¿Cómo te relacionas con los escenarios?
Es curioso porque en los conciertos no siento muchos nervios. El otro día, por ejemplo, fui a jugar un torneo amateur de pádel y me puse más nervioso que cantando delante de 10.000 personas. Me acuerdo de cuando exponía en la universidad o pienso en cuando tengo que salir hablar y me cuesta más que en un concierto.
Sí que es verdad que el formato pandemia, cuando el público estaba sentado, era algo que me generaba un poquito de ansiedad. Me dificultaba un poco la dinámica del concierto habitual por el hecho de que nosotros necesitamos de la interacción con el público y eso nos limitaba muchísimo. Pienso en artistas como Rafael a quienes a lo mejor le van mejor este tipo de eventos con la gente sentada.
En nuestro caso necesitamos que la gente cante, que salte y que baile. Pero también recuerdo conciertos de esa época con mucho cariño.
Has dicho en alguna ocasión que eliminaste tus primeras canciones. Hay autores como Juan Marsé, que edición tras edición modificaban sus libros. O cantantes como C. Tangana de quien no se puede encontrar (en canales oficiales) muchas de sus canciones anteriores a 2014, ¿cómo te relacionas con tus canciones antiguas?
Yo las veo como una foto antigua de esas que te dan un poco de vergüenza. No me relaciono demasiado bien, aunque hay algunas (como las de esta última etapa) con las que me voy relacionando cada vez mejor.
Pero sobre las primeras canciones… creo que era algo que me ocurría porque no creaba con la misma honestidad con la que creo ahora. O por lo menos con la que intento crear hoy.
De todas formas, pienso que es algo que ha pasado siempre. Creo que era Juan Ramón Jiménez quien iba a las librerías para comprar todos sus libros de una edición para corregirlos. Si yo pudiese hacer algo parecido, lo haría.
Hay una canción del nuevo disco en la que digo: “no se puede borrar lo que ya está escrito”. Y ahí es adonde voy: es un peso que voy a llevar siempre. No es como en una conversación informal, que dices algo y puedes cambiar de opinión. En las canciones queda ahí.
También es cierto que para mí ese contraste es un motor de búsqueda de mejora a nivel personal.
Estirando la metáfora de la foto: una foto decides si quieres verla o no verla, pero a tus canciones antiguas te enfrenta tu público, te piden que cantes canciones que escribiste hace diez años.
Es algo que me pasa sobre todo con las canciones antiguas que tengo con Suite Soprano. Y que notaba más cuando empecé mi carrera en solitario. En algunos conciertos me piden las más típicas, como Por los siglos. Y es cierto que algunas canciones envejecen bien y me siento orgulloso de ellas y quizás la gente no conoce tanto. Pienso en Plataforma o en Amor Líquido.
Muchas veces no las canto porque preparamos los conciertos en base a lo que entendemos que la gente quiere escuchar. Y la gente al final es quien paga la entrada y tenemos un tiempo limitado.
En Amor Líquido precisamente hay una referencia a Zygmunt Bauman. Y en tus canciones suelen caerse otras tantas alusiones a autores como Eduardo Galeano o Ángel González. Vienes de estudiar sociología, arrastras unas lecturas… ¿cómo han ido evolucionando tus referencias?
Yo creo que mis influencias más recientes se han dado a través de los podcasts. Empecé a consumirlos porque me aficioné a la historia pensando en cómo se formó la idea de España en la época de más conflicto entre los nacionalismos. Y entonces me pregunté y empecé a retrotraerme a la época de los romanos. Y a partir de ahí: romanos, fenicios, etcétera. Empecé como a estudiar historia y últimamente consumo mucho podcast de historia, de filosofía, de sociología.
Las últimas referencias que tengo vienen de ahí. También descubro ensayos gracias a los de divulgadores de historia que hacen podcasts. Uno que me cambió y me influyó muchísimo es La era del vacío (Anagrama, 2006) de Gilles Lipovetsky.
Nunca he sido de tener una referencia literaria: también me pasa con la música, nunca he sido muy de una persona. A veces sí, pero soy un mar de textos. Soy de textos concretos. Las influencias funcionan para mí como un mix de cereales y todo lo que me interesa lo voy echando al tazón.
¿Cuáles son tus podcasts de referencia?
Empecé con Juan Antonio Cebrián, que tiene Los Pasajes de la Historia o los monográficos. Y luego a partir de ahí busco otros que sean de contrastes ideológicos: desde Nieves Concostrina hasta Fernando Díaz Villanueva.
Me gusta, a la hora de formarme una opinión, no verlo desde una perspectiva ideológica, sino enfrentarme al conocimiento abierto. Desde Escohotado hasta Gramsci e intento hacer un abanico amplio y, a partir de ahí, intentar sacar mis conclusiones.
La música es un rasgo cultural puramente generacional. ¿Cómo te relacionas tú con tu generación?, ¿piensas que si hubieras nacido diez años más tarde estarías haciendo drill?
Yo creo que todos somos hijos del contexto en el que nacemos. No sé si estaría haciendo drill o no, lo que creo es que hay una primera etapa en la que funcionamos por imitación. Luego vas desarrollando tu personalidad. Creo que no hubiese sido tan importante el formato, así que no sé si hubiera hecho drill u otra cosa.
Puede que hubiese hecho un poco de cada, como hago ahora. En la época me identificaba dentro de una tendencia de rap underground, pero también tenía la necesidad de explorar otras cosas como he acabado haciendo.
Independientemente del formato, creo que habría intentado que la gente me entendiera, que conectase con mi forma de ver las cosas. Es lo que hago ahora. Al final, una de las cosas más bonitas de la música es que se puede compartir con otros y nutrirse de otra forma de entenderlo.
Hay una primera etapa en la que funcionamos por imitación.
Al hilo de esto, el rap es un género musical históricamente muy hermético. Quizás el primero en incursionar en otros géneros fue Rafael Lechowski con Donde duele, inspira.
Yo me acuerdo de que Tote King sacó la canción con Antonio Orozco y fue algo muy polémico, pero al final también es fruto del contexto.
El rap era algo que estaba marginado por la industria en general y también por los medios de comunicación. Lo que hicieron gente como Tote o Junior –¿te acuerdas de Junior? – fue romper esa vía. La percepción era que cuando uno pasaba por el canal mainstream se convertía en el enemigo.
Por suerte, ese tipo de prejuicios se van eliminando, ¿no? Es gracias también a este tipo de gente que ha abierto el género. Y que lo hizo en su momento –no sé si sin miedo a sufrir las consecuencias. En su momento era un contraste muy fuerte, pero porque era algo muy minoritario. Parte de la identidad de la música urbana era la marginalidad –en el sentido musical, no en el sentido social. Creo que ha sido positivo de cara a eliminar el prejuicio y a utilizar diferentes ingredientes que acaban construyendo canciones con mucha mezcla de estilos y de sonidos.
También es un cambio que nace como consecuencia del mundo en el que vivimos: todo está hiper conectado. Cambia la forma de consumir música y a ti te ha pillado desde un primer momento. Tú serías de las primeras personas de España en subir una canción a Spotify.
A eso me refiero. Al principio ni siquiera las subíamos nosotros. Subíamos las canciones a cualquier plataforma, la gente las descargaba, las subía a YouTube y las monetizaba.
Luego cuando nos dimos cuenta de que la gente estaba haciendo pasta con nuestra música, dijimos: “Oye, vamos a subir esto nosotros porque están haciendo dinero a nuestra costa”.
Yo tengo mucha suerte. La gente que me escucha es muy cariñosa y respetuosa conmigo.
Estás satisfecho con una canción a la que dedicas meses de trabajo, la sacas, pero no tiene repercusión. ¿Cómo te llevas con los números? ¿Valoras el éxito de una canción o de un videoclip en función de las reproducciones, los me gusta o los comentarios?
En cuanto a los comentarios: me fijo al principio, nada más subirlo. Miro un poco por dónde van los tiros y no lo vuelvo a mirar. No me preocupa nada. Eso es algo que ha cambiado porque cuando empecé los miraba mucho y si había un comentario hiriente me afectaba.
Por suerte no tengo mucho hate y cuando veo algunos que son más tóxicos, normalmente (te lo digo de corazón) me hacen reír. Muchas veces hay gente súper original.
Yo tengo mucha suerte. La gente que me escucha es muy cariñosa y respetuosa conmigo. Me siento muy afortunado.
El éxito no lo valoro en función de los números. El último proyecto que he hecho ha sido el proyecto más costoso de mi vida: han sido cuatro años de trabajo, la inversión económica más fuerte… y yo era consciente en todo momento de que no iba a ser algo megamainstream.
Si valorase mi carrera en términos exclusivos de números no haría lo que hago. Para mí el éxito es poder vivir de lo que me gusta. Yo creo que ya he tenido éxito en la vida. Tengo ya más de lo que me hubiera imaginado: el hecho de poder pagar mi factura con la música que hago y poder organizarme con lo que hago es para mí el éxito.
El otro día –no tiene que ver– escuchaba una charla de Marcelo Bielsa cuando entrenaba en el Olympique de Marsella. Les hablaba a sus jugadores y les decía: “si vosotros queréis esa excelencia futbolística no vais a ser felices y el día que os retiréis os vais a sentir liberados”.
¿Por qué ser esclavo del éxito? No puedes hacer cosas normales, no puedes disfrutar del tiempo. Puedes tener mucho dinero, pero no puedes disfrutar del tiempo que te podría generar el tener ese dinero.
No soy estúpido y sé que si solo publicase canciones de este tipo no me darían para comer –aparte de que tampoco me gusta profundizar en una obra de forma absoluta. Si eres cocinero hay veces que te apetece hacer un plato muy elaborado y hay veces que te gusta comerte una hamburguesa. Y las dos cosas están bien, siempre y cuando sea algo equilibrado.
“2020 y quién sigue aquí”, “esto sí que era música”, el meme de molabas más cuando eras Crema… Otra cosa que se dice mucho en YouTube es que vuelvas a hacer la música de antes. ¿Por qué crees que a los músicos se os pide esto?
Por lo que significó en ese contexto para esa persona. Creo que es inevitable, si volviera a hacer lo que hacía antes habría perdido ese tipo de seguidores. O les parecería repetitivo. O no les haría sentir lo mismo a menos que estén en el mismo contexto.
Para mí un disco que fue muy importante fue Black Sands de Bonobo, que salió en 2010. Y fue importante simplemente porque tenía tiempo para escucharlo: porque hacía muchos viajes en autobús. A lo mejor si Bonobo saca un disco ahora no lo puedo juzgar de la misma forma porque no lo podría escuchar con esa pausa o en ese espacio.
Está muy atado a cada contexto, al momento emocional de cada persona. Creo que es algo que tiene más que ver con la persona que con la canción en sí.
Si te miras a ti mismo dentro de 40 años, ¿de qué se sentirá orgulloso ese Juancho Marqués de 80 años?
Qué buena pregunta… Me sentiría orgulloso de trascender, pero no en un sentido narcisista de la palabra. Para mí trascender es tener la capacidad de influir en otra persona para que haga algo, pero no en algo numérico. Sentirme capaz de haber influido en alguien para bien, de haber dejado algo que ayude a otro me haría sentirme orgulloso.
No ver el éxito como algo numérico es algo que aprendí con el tiempo. Lo aprendí en el momento en el que pensaba que mi objetivo en la vida era llegar a llenar un concierto con miles de personas. Llegas y te das cuenta de que no eres feliz. La felicidad no depende de eso –aunque no significa que no me haga feliz tocar para mucha gente.
Para mí trascender es tener la capacidad de influir en otra persona para que haga algo
Y es una respuesta absolutamente lógica porque siempre has dicho que de no ser música hubieras sido profesor y siempre has aludido a esa profesión precisamente a esa influencia.
He trabajado mucho con niños, principalmente en campamentos de verano. Y creo que de los niños se aprende, se aprende mucho. No solo enseñamos nosotros, nos enseñan a nosotros. Creo que cuando alguien es niño tiene la mirada más libre de prejuicios y puede tomar una dirección quizás mejor que cuando somos adultos, que ya vamos con una mochila muy cargada.
Los niños son muy influenciables y creo que es importante y fundamental que en esas etapas de la vida tengan buenas referencias.
Volviendo a escuchar tus canciones antiguas, he reparado en algo que no me di cuenta en primeras escuchas: la importancia de la religión. Tus letras tienen referencias bíblicas y a formas cristianas de entender la vida. “Gloria en el cielo y en paz” en tu último tema; “Vives como dios y no eres más que un pobre hombre” en la canción con Cruz Cafuné (que sí es protestante declarado); en otra entrevista (en la de El Español con Lorena G. Maldonado) dices que el “amor romántico es tóxico y tiende a la penumbra como la religión»; la religión es la idea que atraviesa el disco Domenica. ¿Cómo te llevas con el cristianismo?
Y la canción que hice de Segunda Venida está escrita con conceptos religiosos y en realidad es una crítica. Respeto mucho la espiritualidad de las personas, pero no creo en la religión ni en los dogmatismos. Estudié en un colegio de cursas (no era el típico colegio del Opus) y no tenía curas que fueran profesores, quitando el de religión que (a lo mejor y curiosamente) te daba ética.
Pero a mí me ayudó a aprender mucho en realidad. Rechacé la religión cristiana muy joven y ahora he aprendido muchas cosas sobre nosotros mismos porque, aunque tú no seas creyente, tenemos muchos valores judeocristianos intrínsecos a nuestra sociedad. A nivel histórico también es importante.
Es casi un tabú… y la espiritualidad se rechaza a partir de ciertas edades. Aunque hay músicos que hacen justo lo contrario, como Cruz Cafuné o Dellafuente.
Yo tengo una lucha con Dios desde que me recuerdo. Mi hermana murió cuando yo justo iba a cumplir 3 años y me planteé temas metafísicos o de este tipo desde muy pequeño. Teniendo ese contexto en el colegio y teniendo esa realidad, yo me preguntaba: ¿por qué si Dios me ama se lleva a mi hermana y deja aquí a un montón de hijos de puta?
Me generó mucho rechazo desde siempre y me daba incluso miedo a dormir por las noches porque para mí dormir era una especie de pequeña muerte. El tema de la muerte está en casi todas mis letras. Siempre hago una referencia a la muerte.
Me di cuenta de esto hablando con Gata Cattana: yo no sufrí el duelo por la figura de mi hermana, pero me hizo pensar en este tipo de temas. La muerte en general (y la religión en particular) es algo que me inquietado desde siempre y me sigue inquietando.
Yo tengo una lucha con Dios desde que me recuerdo
¿Desde qué perspectiva abordas la muerte? Has hablado otras veces del carácter celebratorio que tiene en otras sociedades.
Yo abordo la muerte desde todos los puntos de vista. Nunca he entendido que se oculte la muerte, que se celebre de una forma tan oscura. En mi caso, he visto morir a mucha gente delante de mis ojos: vi morir a dos de mis abuelos, a mi otra abuela, cuando mi colega el Torri se suicidó, lo de mi hermana…
Hasta que no veo a la persona fallecida no tengo la sensación de que ha fallecido. A mí me pasa lo contrario a la gente que va al tanatorio y no quiere mirar. Nunca me ha gustado que la muerte sea un tabú. Cuando alguien se muere la gente no pregunta. El primer día o la primera semana sí, pero luego no. Es como la sexualidad: lo que no se habla se queda dentro.
También me interesa desde un punto de vista histórico. Es decir, ¿qué de verdad tiene esto y qué no? ¿Jesucristo existió o no? No hay ningún resto arqueológico y no se sabe. Los primeros textos sobre Jesús son de un historiador romano de mucho años después… Si no me creo el periódico de ayer, esto hay que cogerlo con pinzas.
Cien años después se escriben cincuenta evangelios, se eligen cuatro y en base a eso se crea una religión.
¡Y todo eso forma el pensamiento de la gente de ahora! Igual hay que revisar esta movida.
Con respecto a lo que tú haces, ¿cuánto hay de suerte, cuanto de trabajo y cuanto de talento?
Yo lo veo como un cuerpo. Quiero decir, si no le hubiese metido trabajo no habría funcionado. Lo del talento no es algo que me guste valorar a mí mismo, pero entiendo que algo hay si la gente me ha acompañado. Y también entiendo que hay cosas que no dependen de mí.
¿Cuánto de todo? Aunque trabajes y tengas talento, si no tienes ese factor suerte… Si el corazón o el pulmón te fallan, el resto del cuerpo no te va a funcionar, aunque tengas órganos buenos. Es difícil valorar cuánto hay de cada. Todo influye.
Hay muchos artistas que en su momento no tuvieron reconocimiento. Pienso por ejemplo en El Quijote, que ahora es el pilar de la literatura española. Muchas veces depende del contexto y del azar.
Como persona que hace muchas cosas dentro del rap (no sé si como rapero), en tus letras no hay un egotrip y sin embargo me dices que no sabes si tienes talento.
Siempre hay ese punto de ego, pero es algo que he perdido con el tiempo. O al menos lo he reenfocado. No enfoco el ego a ese punto narcisista, sino a sentirme orgulloso de lo que hago o a llegar a otras personas.
La necesidad de reconocimiento constante la he sentido otras veces a lo largo de mi vida, pero tenía más que ver con mi inseguridad que con otras cosas. Una vez que estoy donde quiero estar ese sentimiento de narcisismo desaparece.
¿Has cambiado mucho por estar donde quieres estar?
Totalmente. En la forma de hacer las cosas, en la forma de pensar en mi trabajo, en la estructura de la gente que me rodea.
Yo con el grupo (Suite Soprano) no estaba mal, pero renuncié a una seguridad que tenía por intentar ser más feliz. Pasé de cantar para cientos o cien miles a cantar para cincuenta. Es un riesgo por intentar ser feliz.
He cambiado completamente a la hora de poner el foco en lo que es importante, ser más asertivo, saber con quién trabajar y quién no. También el background que te da la experiencia, yo he sido muy autodidacta en todo esto y he aprendido de ensayo y error. No he parado de probar cosas y eso gracias a Dios –a Dios o a quien sea (risas)– me ha dado mucho aprendizaje.
Si hubiera pasado de cero a cien no hubiera tenido tiempo de gestionar todas esas emociones, pero como ha sido poco a poco me ha dado tiempo a digerir: a llegar a este momento de mi vida con una madurez determinada.