El busto blanco de una niña con los ojos cerrados presidirá la plaza durante un año.
Es descomunal pero no amenazadora. El rostro de esta niña de mármol impone por su tamaño, pero su expresión transmite una profunda paz: los párpados caídos y los labios relajados, como quien la interrumpiera sumida en sus pensamientos o quedándose dormida. A Jaume Plensa, su creador, le despierta una gran ternura.
Esta escultura de más de diez metros será el estandarte de Colón durante doce meses. Plensa se imagina la plaza como la proa de un barco al que le falta un toque de humanidad. Quiere que Julia, la niña que subida al pedestal, desencadene una reacción de ternura en quien la vea, como le sucede a él. Y que surja una comunidad en torno a ese sentimiento.
¿Adónde mira Julia? Hacia dentro. Porque su intención es que cada uno exprese su mundo interior. El artista la define como «un mantel en blanco donde cada uno pinta sus sueños».
¿Y por qué da la espalda a la plaza? Porque cuenta algo en cada una de sus tres dimensiones. Plensa ha puesto mucho mimo en los cabellos de Julia.
La niña blanca de 12 metros nos invitará al silencio y a la reflexión cada vez que nos crucemos con ella.
Foto de portada: @farohopper