Un buen librero –bien pensado y a diferencia de las redes de recomendación de libros de internet– mejora un buen algoritmo; sus consejos tienen algo de diagnóstico, un punto humano que evidentemente no tiene una operación matemática.
Para eso hemos contactado con Jesús Trueba de la librería La buena vida (calle de Vergara, 5); para que ponga su sabiduría al servicio de nuestros lectores y para que, cuando esto acabe, podamos ir a sus librerías para hacerles caso (o no). Lo importante será ir.
Decía Soto Ivars en un artículo que firmaba hoy que “sostener librerías es un imperativo moral de un país”. Y es que, a fin de cuentas, una librería no es una tienda de libros y un librero no es un vendedor de libros. Es mucho más. De algún modo, un librero es editor, es lector, es recomendador, es gurú. Y sus palabras (sus recomendaciones) van a misa.