El domingo pasado me tocó hacer de niñera de mi primo pequeño de 8 años recién cumplidos (sí, es de esos pobres que cumplen años en plena Navidad, compadecedle vosotros también). El caso es que tenía como reto personal convertirme en su prima favorita por encima de todas las demás, por sentirme superior y por poder pedir que me acerque el mando de la tele cuando quiera, u otras pequeñas nimiedades que solucionan los primos pequeños.
El caso es que me puse a investigar, a ver qué podíamos hacer juntos: algo divertido, adecuado a su edad y ya de paso, que me entretuviera a mí también. Así que buscando, buscando, encontré un lugar que podría estar interesante: La Casa de la Brujita. Un espectáculo para niños que mezclaba magia, misterio y que ni siquiera te decía dónde se celebraba. Sólo te daba de pista un lugar: la plaza de Chueca. Nada más.
Así que allí que nos fuimos mi primo Juan y yo. Llegamos allí con un poco de dudas: “¿será aquí? ¿habré leído bien lo que ponía en la web?” pero enseguida te das cuenta de que ése es el lugar indicado porque toda la plaza está llena de niños y padres. Así que si tú te has confundido, se han equivocado todos los demás, y ya sabes lo que dice el refrán: mal de muchos… etc.
Todo estaba correcto así que a la hora indicada apareció un elfo hiperactivo de los bosques del norte de Extremadura (sí, exactamente de ahí, que nos lo dijo varias veces), llamado Olmo. Una de las niñas se lo describió a sus padres de una manera muy educada y eufemística con la frase “está un poco loquito”. Imaginaos cómo venía el elfo.
Eso sí, nuestro amigo Olmo consiguió empezar bien la fiesta obligándonos a correr hasta el lugar concreto, que estaba a unos 200 metros de la plaza. Los niños iban a tope. Yo, que llevaba un poco de tacón, no me hizo tanta gracia, pero bueno, todo fuera por ganarme la predilección de mi primo.
Llegamos al lugar indicado, un piso de Chueca de esos enormes y viejos, con mucho encanto pero que no tienen ascensor (no se puede pedir todo en esta vida).
Nos metieron en un salón porque como su propio nombre indica, habíamos ido a la casa de la Brujita, así que la buena mujer nos había invitado a todos a su humilde morada. Y allí estábamos todos, en un salón de una casa centenaria de Chueca disfrutando de la magia de una bruja y un elfo extremeños.
Truco tras truco, los niños abrían más la boca. Disfrutaban con el elfo, con la bruja y con las intervenciones de un vecino incrédulo que también formaba parte del elenco.
En este espectáculo tenían cabida desde las hadas, las lechuzas mágicas que se convierten en brujas de noche, personajes mágicos de Extremadura y el señor Sir Arthur Conan Doyle, también amante del ocultismo que no podía faltar a esta cita con la magia en este famoso barrio madrileño.
No quiero contar más para que esta experiencia sea una sorpresa para tod@s, niñ@s y mayores, pero viendo la cara de los más pequeños y la de los padres (y la de la única prima que estaba allí que era yo) es algo que merece la pena ver, aunque sólo sea porque tu pequeño acompañante te diga lo que me dijo a mí el mío: “ójala hubiera tenido una lupa para ver el hada de la habitación”.
Tengo que admitir que de momento he conseguido hacerme con el primer puesto en el corazón de mi primo. Eso sí, es un niño un poco exigente así que de vez en cuando tengo que comprarle chuches, pero os puedo asegurar que a mí me da más besos y más abrazos que a mi hermana 😉