La afluencia de asistentes ha crecido en casi un 200 por ciento.
La historia ha demostrado que el poder le infla a uno el ego. Luego, vienen las pirámides, los mausoleos, las torres con ascensores rápidos, y Franco, con la pretensión de sobrevivir a la historia misma, mandó construir el Valle de los Caídos. Porque no hay dictador sin monumento igual que no hay parto sin dolor ni tonto sin transistor.
El Valle de los Caídos es una lección de historia viva, pero una lección poco y mal explicada, y el gobierno de Pedro Sánchez ha vuelto a poner el monumento en el punto de mira con su propuesta de exhumación del cuerpo del dictador de Ferrol.
En tan solo un mes ha duplicado su afluencia tras saberse que el Ejecutivo socialista podría sacar a Franco de allí este mes, pasando de 1.500 personas por fin de semana a 2.148 visitantes que registró el primer finde semana de junio, 3.584 en el primero de julio y 4.367 el segundo, según confirmó Patrimonio Nacional al diario El Español.
Son muchos los historiadores que reclaman que el monumento no se derrulla ni se le cambie el nombre; simplemente, que tras la exhumación de Franco, que debería ir acompañada de la de Primo de Rivera, el lugar se mantenga tal y como se ideó hace unos 60 años, y que junto a él se construya un centro de interpretación que ayude a hacer de aquello una herramienta de análisis.