Si ligarse a una madrileña es complicado, enamorar a un auténtico gato madrileño es más difícil que conseguir asiento en la línea 1 un lunes por la mañana.
No nos gusta generalizar, pero el madrileño de “pura cepa” es chulo, fanfarrón y orgulloso, pero si os gustan los retos, aquí tenéis uno.
Chulería madrileña: se nota hasta al andar.
No hace falta que sea la verbena de La Paloma ni que el espécimen en cuestión lleve un clavel y una gorra a cuadros. Sus andares (que parecen sacados de la película de Grease), su “ejjjjjque” y su “breve” problema de egocentrismo -de Madrid al cielo- los diferencia de cualquier otro individuo español. Los hay de barrio castizo, con su chándal, su pelo de punta y sus piercing en la ceja, pero también con camisa, gomina en exceso y hasta patillas. Aunque no son tan fashion como las madrileñas y van de pasotas, ni se te ocurra dejarles sin chaqueta vaquera de borrego y bajarles el dobladillo de los pantalones.
Me como una y cuento veinte.
No, no me refiero a que sean expertos en el parchís, pero sí en aplicar sus normas a su vida amorosa. Tanto si están con chicas, como con sus colegas (sobre todo con ellos), te van a decir que han perdido la cuenta de las pibas con las que han estado y que cuando alguna de ellas le ha hablado por whatsapp, no sabía ni cómo se llamaba. Tranquila, probablemente esa lista no asciende ni a la mitad, pero creen que eso nos mola. Eso sí, ni se te ocurra aplicar esa misma táctica para ligártelo. A pesar de que ellos quieran demostrar lo fuckers que son, quieren presumir de que su chica sólo tiene ojos para él.
Sus amigos serán tus amigos.
Después de conquistarlo a base de engordar 2 kg comiendo bocatas de calamares (porque como buen madrileño querrá enseñarte todas sus cosas típicas) y aprenderte todos los jugadores del Madrid (o del Atlético de Madrid) te toca ganarte a sus amigos, porque para que el madrileño es muy importante la aprobación de la manada para pasar a la siguiente fase. Es muy importante que te sepas sus nombres o sus motes (y que los llames por ellos) y que te aprendas su jerga, porque dependiendo del barrio en el que vivan, van a tener su propio vocabulario.
¿En tu casa o en la suya?
Si eres demasiado digna tímida para ser tú la que le diga de acabar la noche de forma redonda, no te preocupes. El madrileño es fiel a sus costumbres y aunque le guste que tú también tomes la iniciativa, él va a ser quien te invite a subir a su casa. Sin embargo, no debes ilusionarte aunque creas que has pasado una noche maravillosa con él. Son poco románticos y van a lo que van (aunque para esto no hace falta ser únicamente madrileño), pero quizá si te despiertas antes que él y te pones la camiseta de su equipo, el chulapo decida llevarte con él a la verbena…