A nadie le gustan los hospitales. El olor aséptico adherido a las salas de espera, el acecho de los posibles gérmenes en toda superficie, la tensión general y los nervios que se respiran a todas horas. No es el sitio que elegiríamos para pasar la tarde. Un niño, menos todavía.
Pero hay circunstancias que se escapan a la voluntad, y a veces los más pequeños tienen que enfrentarse al quirófano. Y a la sala oscura de los rayos X, las camillas donde te sacan sangre y todos esos lugares que tanto distan de un parque o de un patio de colegio.
A las niñas y a los niños se les edulcora la experiencia lo mejor que se puede: con láminas desvaídas de personajes infantiles que dan ánimos desde las paredes, juguetes pasados de moda y la sonrisa inquebrantable de la familia y el personal sanitario.
Tal vez no se trate de agilizar la experiencia como algo negativo, sino de convertir el paso por el hospital en algo que mole. Hacer de esta visita ineludible y angustiosa un momento divertido para ellos, dentro de lo posible. Que el trayecto a la sala de operaciones no sea un mero desplazamiento, sino un verdadero viaje.
Desde ahora los peques de Madrid van al quirófano en un descapotable eléctrico, una opción tan chula como ecológica. Ellos toman las riendas o, mejor dicho, el volante de la situación y aceleran hacia allí con el ánimo por las nubes y la adrenalina disparada.
Gracias a esta iniciativa de El Corte Inglés, que ha cedido 27 vehículos, los pasillos del hospital son carriles para niños conductores de entre 3 y 5 años. El miedo y el estrés se disuelven cuando conducen a 5 o 6 kilómetros por hora, velocidad centéllica para los que todavía no levantan un palmo del suelo. El juego y la ilusión pueden con todo.