Aunque el concepto de «luchar por tus derechos» se ajuste mejor a la Revolución de Octubre que a aquella vez que te sirvieron sushi de panga, a veces como consumidor tienes que ir con los ojos bien abiertos para que no te den gato por liebre (literalmente) y no siempre tenemos claro qué, cuándo y cómo reclamar.
Rubén Sánchez, portavoz de FACUA, es al mundo del consumidor medio lo que Batman a la ciudad de Gotham. En un mundo donde cada vez hay que pagar más por cada vez más cosas, la labor de gente como Rubén equilibra un poco la balanza. Además, es autor de Timocracia, una recopilación de 300 tácticas con las que empresas y gobiernos te toman el pelo. Y como hay pocas cosas que nos guste frecuentar más que un bar, aquí van algunos avisos a navegantes:
Los precios libres y el chocolate espeso
Sí, cada hostelero es libre de poner los productos y servicio de su local al precio que le dé la gana. Ahí reside la magia de la estratificación social. Pero igual de libre eres tú como cliente de negarte a pagar un precio que te parece excesivo si no estaba anunciado en la carta en algún lugar visible del establecimiento.
El pan y el precio de mojar sopas
A no ser que especifiques que no lo quieres, el local está totalmente en su derecho de cobrarte el pan. Eso sí: siempre y cuando el precio del mismo figure en la carta.
El IVA y el maravilloso número de las cuentas
Aquella famosa frase de «IVA no incluido» queda muy de anuncio de televisión, pero cuando se trata de la carta de un restaurante no vale dejar al cliente que haga sus cuentas. El establecimiento tiene la obligación de que el precio de cada producto lleve el IVA incluido en el total.
Lo mismo pasa con las diferencias de precios entre el la barra o la terraza y la mesa. Están en su derecho, pero siempre y cuando la diferencia esté bien clarita. No vale con poner una leyenda a pie de página que diga que habrá una diferencia en el precio. Y lo mismo pasa con el famoso «según mercado» o «precio según mercado». No es cuestión de reimprimir la carta entera cada vez que los precios fluctúen, pero una pegatina hará el resto.
El hielo y el agua del grifo
Aunque cobrar por un café con hielo un precio diferente al de un café normal pueda parecer una ridiculez, habrá donde te lo encuentres. Igual pasa con hacerte pagar el agua del grifo. Ninguna de estas cosas será ilegal siempre y cuando esté bien clarito en la lista de precios.
El menú del día y el maravilloso mundo del compartir
Bien es cierto que hay clientes con mucha jeta a los que no les importa ocupar una mesa para tomar una Coca-Cola y un vaso de agua con su buena rodajita de limón. Pero no hay ninguna normativa que permita a los hosteleros obligar a pedir un menú por persona (aunque habría que ver cómo casa esto con el derecho de admisión), excepto en Asturias, donde al parecer sí existe un decreto que permite a los hosteleros negarse a servir un número de menús inferior al de comensales.
El cubierto, el mantel o la caja de comida para llevar
Cobrar como cargo extra algo que es necesario para la prestación del servicio no solo es un insulto al sentido común sino, además, una ilegalidad. Algo parecido le pasó a este cliente, a quien le quisieron cobrar por el servicio de lavandería del mantel que había usado. O incluso pedir la comida para llevar y que te acabe saliendo la broma más cara. Sin embargo, todo lo anterior quedaría justificado en el momento en que estos cargos extras estuvieran de expuestos de manera visible. Tan justificado como que marches por donde has venido.
El gato por liebre y otros spin-offs
El famoso gato por liebre puede sonar a chiste hoy en día, aunque que se lo digan a Kate Stoeckle y Louisa Strauss, dos estudiantes que decidieron tomar muestras de productos en distintos restaurantes y supermercados de Nueva York y encontraron que, en hasta un 25 por ciento de los casos, el productos anunciado en la carta o la repisa no era exactamente el que se prometía.
No sabemos cuántas veces habremos comido acedías pensando que era lenguado, o pota pensando que era calamar.