Si preguntas a Javier Gerrero (28 años) por qué decidió comprarse un autobús en 2018, él te responderá simple y llanamente que la idea tiene tres partes. Pero antes de conocer su minucioso plan, hay que viajar hasta Lovaina, en Bélgica. Allí es donde un lunes cualquiera juntó a una veintena de colegas del Erasmus en el Café Belge para comprarse un autobús. Y lo hizo.
Entre cervezas y miradas de incredulidad, Guerrero compró por Ebay el vehículo escolar amarillo que ahora preside este artículo. Después de la hazaña, algunos amigos de la ciudad belga todavía se mostraban escépticos, así que les prometió que volvería al mismo Café Belge y celebrarían la llegada del autobús.
Pero el autobús estaba en Mississippi, en las profundidades de Norteamérica, y traerlo hasta Europa era más complicado de lo que parecía. «Podría haber ido a ver el autobús antes de comprarlo, pero no tenía ni idea de mecánica, así que no tenía mucho sentido», reconoce ahora el emprendedor, que tuvo que coordinarse con cincuenta personas para hacer llegar el vehículo. Un reto diplomático y logístico que le obligó a confiar en muchos desconocidos para que su autobús cruzara primero Estados Unidos, y después, el Atlántico.
Mientras el vehículo de 12 metros de largo pasaba de unas manos a otras, Guerrero tenía que sacarse el carné de conductor. En Madrid era imposible por la falta de fechas, así que hizo el examen teórico en Badajoz y el práctico en Jaén, yendo y viniendo cada día desde Madrid, en una carrera contrarreloj por conseguir el permiso antes de que el bus llegara al puerto de Bilbao.
Tras un mes de espera, Javier recogió el bus junto a un amigo que había viajado desde Lisboa para acompañarle en la travesía hasta Lovaina, a donde llegaron después de muchas horas de tensión por el estado dudoso en el que se encontraba el vehículo. «No os puedo dejar salir de aquí con esto», les alertó un mecánico ya en Bélgica. Para entonces, Guerrero ya había cumplido con su propósito de presentar al autobús en sociedad en el Café Belge, como había prometido.
El germen
El bus fue bautizado como Jack y nació por tres motivos, tal y como relata Guerrero: «La idea de negocio siempre ha sido la misma. El autobús es un símbolo pero nos dedicamos a hacer tres cosas: viajes, festivales y expediciones». Con esta intención, Jack se transformó un hotel sobre ruedas y echó a rodar después del confinamiento.
Hasta el último segundo, Guerrero había planeado todo en secreto. Después de que una aceleradora de empresas desechara su idea de mala manera, su familia trató de convencerle de lo descabellado de su proyecto. Pero este Otto a la castiza siguió con su afán, ahorró el dinero suficiente en Bélgica y compró su Jack cuando nadie lo esperaba.
Detrás de su empeño había un germen, como explica a Madrid Secreto: «El germen está en la universidad. En aquella época hice una fiesta en una furgoneta con altavoces y, como era tan sencillo, hablé con un amigo para hacer conciertos encima de un vehículo recorriendo ciudades. Mi amigo no se lo terminaba de creer, pero yo seguí dándole vueltas. Luego vi una pareja alemana que se llamaba Expedition Happiness que lo habían hecho en Estados Unidos, y pensé: ¿por qué no lo puedo hacer yo?».
El cacharro llama mucho la atención
El proyecto arrancó en Tarifa en el verano de 2020, donde Guerrero empezó a promocionar rutas por la costa de Cádiz en las que Jack servía de alojamiento. La idea tuvo buena acogida desde el principio y las reservas de grupos de amigos empezaron a llegar. «Fue una auténtica locura», recuerda el creador del proyecto, que el siguiente verano empezó a ofrecer rutas alternativas por el sur de Portugal. El bus escolar se había convertido en uno de los emblemas del verano gaditano y Guerrero tuvo que colgar el cartel de sold out en agosto.
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Ahora, el autobús viajará a la isla de Tenerife para proseguir con sus rutas, que mezclan naturaleza, música y mucho «buen rollo». Algunos madrileños ya lo pudieron comprobar cuando el vehículo amarillo recorrió la calle Ponzano en mayo de este mismo año. Precisamente en 2022 Guerrero planea dos festivales en la capital, los dos con Jack como protagonista.
Después de su éxito, tan inmediato, las ofertas por el bus no se han hecho esperar. «El cacharro llama mucho la atención», sentencia Guerrero, que quiere hacerse con seis o siete vehículos más porque en 2022 van a llegar las grandes fiestas. Cuando la pandemia se extinga, las fronteras también lo harán y ahí es cuando Guerrero comenzará con su gran deseo: las expediciones por Europa y fuera de ella.