La vertiente más gastronómica de Twitter se lamentaba ayer por la tarde: “qué pena, joder, cuántas zapatillas cayeron”, decía el periodista Daniel Arjona. “Se traspasa el Melo’s por jubilación. (y ahora que Ramón ya sonreía y contaba qué tal sus revisiones)”, le seguía la también periodista Ruth Díaz. “Cierra el Melo’s. Esto sí que no se lo perdono a 2020”, decía otro usuario.
En un giro inesperado de los acontecimientos, de 2020 y del siglo XXI en general, era Idealista, la web de compraventa y de alquiler de pisos, quien informaba de este nuevo drama: “INMOREST traspasa en exclusiva por jubilación el famoso Café Bar Melo’s abierto en la calle Ave María, 44 desde hace más de 44 años”.
Hasta siempre 😢😢😢 pic.twitter.com/sk5MIHo2YI
— Dramario🎢 (@dramario_) October 14, 2020
Era casi un dogma para quienes no nacimos en Madrid y pisábamos la ciudad por primera vez para vivir en ella: el primer bar que había que visitar era el Melo’s. No se puede llegar a Madrid y pasar la primera semana sin probar una de sus zapatillas (pantagruélicos bocadillos de lacón y queso de tetilla), una de sus croquetas (bechamel en su estado más líquido).
Tenía ciencia aquella primera visita. Uno tardaba en comprender que este bar no abría sus puertas al mediodía y que, a la semana, cierra más días de los que abre. Google indica que domingo, lunes, martes y miércoles la persiana está echada, pero realmente abría de martes a sábado y solo por la noche. Entonces no teníamos la costumbre de consultarlo con Google, había que preguntar a los vecinos o a la persona que nos lo había recomendado: por qué me recomiendas un sitio que siempre está cerrado.
Madrid es una ciudad un poco peor sin el Melo’s.