Belén Bermejo inmortaliza los paisajes ignorados de la capital y les devuelve su dignidad.
Belén Bermejo es una editora literaria que saca fotos, pero que no es fotógrafa. Es más bien una paseadora con buen ojo que siente debilidad por la decandencia de los recovecos ignorados. Una Vivian Maier del siglo XXI que retrata los lugares en lo que nadie se fija y los dota de dignidad.
Su cámara, a veces la de su móvil, encuentra vida en lo anodino. Bermejo detecta la personalidad de una pared descascarillada, de una puerta vieja, de un suelo mojado. Enfoca y dispara. Así es como le devuelve su importancia a los paisajes menospreciados de la ciudad.
Microgeografías de Madrid (Plan B, 2019) es un álbum con los retratos de rincones olvidados que Bermejo ha recopilado durante una baja laboral. Los beneficios del libro se destinan por completo al área de Oncología Médica del Hospital de La Princesa de Madrid.
El libro abre con la cita “Me gustan los mapas porque mienten”, de Wislawa Szymborska. ¿Qué quiere decir esta frase? ¿Es una declaración de intenciones?
Es una declaración de intenciones, sí. Las tres citas que encabezan el libro tienen su razón. Esta primera, de Wislawa Szymborska, la escogí porque, aun no siendo uno de mis versos favoritos de ella, -poeta que me fascina-, era una de las ideas que quería transmitir con el libro, la idea de que los mapas se pueden interpretar de diferentes maneras y no solo lo que vemos de ellos (y quien dice mapas, dice vidas).
¿Cómo empezó Microgeografías de Madrid?
Hace un año, justamente, estaba preparando una exposición para la librería de unos amigos muy queridos, Intempestivos, en Segovia, cuando la directora editorial de Ediciones B, Berta Noy –amiga muy querida también–, y uno de sus editores, Gonzalo Eltesch, que se encarga de la colección Plan B, me propusieron la idea del libro. Dije que sí inmediatamente, porque siempre soy un poco inconsciente y me hizo mucha ilusión el proyecto. La exposición que tenía entre manos se llamaba precisamente así, Microgeografías, y al final el libro se quedó con ese nombre, aunque añadiendo Madrid, porque todas las fotos son de mi ciudad.
¿Qué son los “no lugares” y cómo podemos encontrarlos?
Los “no lugares” son aquellos sitios que no tienen la entidad necesaria para denominarse “lugares”. Suelen ser sitios de paso, de tránsito. Es un término que acuñó el antropólogo Marc Augé.
¿Qué debe tener un “no lugar” para animarte a sacar la cámara?
Algo roto, algo desconchado, algo desvencijado, algo brillante, algo rojo, algo que me llame la atención y, como soy de naturaleza curiosa, hay muchísimas cosas que me llaman la atención.
¿Tiene Madrid algo de especial? ¿Es propensa a albergar “no lugares”?
Todas las grandes ciudades acumulan no lugares, supongo que la prisa ayuda a ello. Encuentro una poética del abandono en la gran ciudad y Madrid es un perfecto ejemplo de ello.
Los pequeños textos que acompañan a tus fotos a veces hablan de la meteorología. ¿Encuentras inspiración en el tiempo?
Más que encontrar inspiración, me resultan muy curiosas las historias relacionadas con la meteorología. Creo que la ciencia alberga mucha poesía. Me gusta mucho brujulear e investigar y, a veces, de una idea llego a otra y a otra y a otra, y en algún momento del camino escribo un poquito sobre alguna de ellas.
«Cuando miro una pared, veo mapas”, dices bajo una foto de un muro desconchado. ¿Y qué hay en esos mapas?
En esos mapas está todo lo que la imaginación permite. Yo veo países remotos, lugares por explorar, accidentes geográficos, colores: una retahíla de mis cosas favoritas.
De todos los que aparecen en tu libro, ¿cuál es tu “no lugar” favorito?
Hay una foto que me gusta especialmente, es un fragmento de una fachada de la calle Doctor Castelo, unos ladrillos sobre un fondo de color. No es la foto que más llama la atención, pero a mí me gusta mucho.
Háblanos sobre el fin benéfico de Microgeografías de Madrid.
Decidí donar los beneficios del libro al hospital público de La Princesa, mi hospital, al área de Oncología Médica, desde el primer momento. Ha sido mi casa y lo sigue siendo, ahora junto al Gregorio Marañón, y quería colaborar de alguna manera en algún proyecto que se haga en esta área. Los hospitales públicos cuentan con fundaciones y son estas fundaciones las que se encargan de recibir donaciones.
Solo devuelvo simbólicamente una milésima parte de todo el cuidado y cariño que me han dado y me dan todos los profesionales extraordinarios de La Princesa que velan por mi salud, especialmente mi oncóloga, la doctora Anabel Ballesteros.
Aprovecho la pregunta para reclamar más inversión en investigación clínica y en la sanidad por parte del Gobierno y las instituciones y para señalar que un país mide su bienestar en sus servicios públicos, especialmente la sanidad y la educación. Hay que defender a ultranza la sanidad pública, de las mejores del mundo, y a todos sus profesionales, que son brillantes y maravillosos.
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Foto de portada: «Portal en la calle Luchana, junto a la calle Trafalgar». Foto: ‘Microgeografías de Madrid’