Una bañera como centro de todo. De un universo oscuro, húmedo e irrespirable. Una familia hecha trizas que subsiste en torno al balde de agua. Personajes empapados que esperan y desesperan. El líquido empapa sus cuerpos y el dolor inunda sus vidas. A ratos se ahogan y a ratos saborean una breve bocanada de aire fresco.
Mil quinientos es una obra de teatro alternativo dirigida por Iván Candelario que versa, sirviéndose de una narración nada convencional, sobre quedarse estancado en una herida que no cierra. Supura, porque nunca termina de secarse. La historia figurativa queda en un segundo plano, eclipsada por el simbolismo y la crudeza de las emociones que transmiten sus protagonistas.
Dar el paso, vencer un miedo, no volver la mirada atrás. Avanzar cuando se está hundido es harto difícil, pero no imposible. Y los personajes lo intentan construyendo relaciones nuevas sobre las ruinas de las anteriores, inventando ilusiones que aplasten los recuerdos angustiosos, abrazándose al agua para que esta no los triture con su abrazo mojado.
Mil quinientos es un chapuzón teatral que nos sumerge hasta las profundidades de nosotros mismos: mil quinientos metros hacia abajo, hacia dentro. Nos obliga a meter la cabeza y a aguantar la respiración en la fuente del mal común de los mortales: la espera que no cesa. Nos hace partícipes de ese tiempo suspendido, sin bordes reconocibles, tan empañado como los paneles de plástico translúcido que separan el escenario del patio de butacas. Y, si nos dejamos, nos enseña a recuperar el aliento.
Mil quinientos se representa en la sala La Usina (calle de Palos de la Frontera, 4, Embajadores) los sábados de noviembre de 2019.