Barrio: dícese de cada una de las partes en que se dividen los pueblos grandes o sus distritos; pequeña ciudad dentro de la gran metrópoli. El barrio está arraigado en nuestros corazones allá donde vayamos. Antes de decir que eres de Madrid, dices que eres de tu barrio. Es ese lugar del que deseas salir alcanzada una edad pero al que ansías volver al pasar dos semanas. Este post va dedicado a los únicos capaces de colocar en la misma acera a señoras con blazers y chavales con piercings en los pómulos: los barrios. Aquí empieza nuestra oda.
Poderío y alcurnia en el barrio de Salamanca se han cruzado, donde el verso “poderoso caballero es Don Dinero” alcanza su significado. En vaqueros y zapatillas fuera de lugar te sentirás y con sus edificios señoriales te maravillarás. Si en la Milla de Oro quieres comprar un regalo, asume que Chanel y Dior te dejarán más que arruinado.
De la elegancia pasamos al moderneo, pues en Malasaña hay mucho postureo. Gastrobares y tiendas vintage lo llenan de gafas de pasta, entre la juventud una nueva casta. Si de ser trendy quieres presumir, la moda del afterwork deberás seguir. Pero para el Instagram petar, por el Rastro deberás pasear y en la Latina, los habitantes son de buen madrugar.
En Lavapiés nada parece lo que es, aunque puede que el kebab te deje del revés. Es tan multicultural que se celebra el año nuevo chino y el ramadán pero si por algo es merecido de ver es por el arte urbano, que no se quiere esconder. Cómo no, también hay lugar para el carácter más castizo y con la cerveza, son de los que sirven chorizo. No menos intelectual es el Barrio de las Letras, donde Góngora, Béquer y Cervantes se juntan con la fiesta.
Cada noche saca los tacones y las plumas, sus pestañas postizas y brillantes han visto muchas lunas. Hablo, por supuesto, de Chueca, el más descarado. Cada julio se empolva y elige el mejor corsé para gritar, desde un carroza, el orgullo de sentirse tal y como es.