
Desde que la fachada del Palacio de la Duquesa de Sueca, declarado Bien de Interés Cultural, se forró de andamios en 2017, durante el mandato de Manuela Carmena, los vecinos de Tirso de Molina han especulado, no sin cierto temor, sobre el futuro de esta casa-palacio de 7.200 metros cuadrados.
El edificio le debe su nombre a una de sus ilustres moradoras: María Teresa de Borbón y Vallabriga. En 1797, el rey Carlos IV reformó el edificio para adecentar la residencia de su primer ministro Manuel Godoy, y de su esposa, la Duquesa de Sueca quien además ostentaba un segundo título: Condesa de Chinchón. Sí, la misma que inmortalizó Goya.
Décadas antes, el palacio fue concebido como escuela para los hijos de los criados del monarca Carlos III y, tiempo después, albergó otros dos centros educativos: Escuela de las Temporalidades (1803) y Colegio de Humanidades de Francisco Serra (1837).
Cobijado en el número 2 de la calle Duque de Alba, su existencia pasó durante años completamente desapercibida. En 1998, el Ayuntamiento lo expropió por casi 4 millones y medio de euros, y así quedó fuera de un plan de remodelación hotelero en manos de una constructora.
Hoy en día, su fachada se ha convertido en una referencial popular gracias a la serie de televisión el Ministerio del Tiempo.
A estas alturas, y a pocos meses de finalizar las obras de reconstrucción, los andamios de la fachada conviven con la animada terraza del Café Bar Duque de Alba, cuyos clientes suelen hacerse la misma pregunta: «¿Qué se cuece dentro de palacio?»
Y eso mismo se cuestionan cada día los habituales de una de las calles más interesantes del barrio gracias a hitos madrileños como la Sala Equis, El Imparcial y la irresistible librería Traficantes de Sueños. Desde el Ayuntamiento aseguran que, hasta que no finalicen las obras, no se decidirá el porvenir de esta reliquia secreta de Madrid.