Por delante de la fachada de la Iglesia de San Antonio de los Alemanes o de la de bares tan míticos como Casa Camacho. Si hay (o había) una pared mítica en Malasaña, esa era la de la calle Palma, 18. Decenas de personas se apostaban en la acera par de esta calle esperando que llegara su momento: uno no había estado en Malasaña si en su Instagram no figuraba una foto hecha en este insólito photocall.
De hecho, ni siquiera hacía falta ubicarlo en algún punto concreto: todo hijo de vecino sabía que esta pared estaba en Malasaña. La afirmación puede ser arriesgada, pero lo cierto es que la esencia malasañera del segundo decenio del siglo XXI no se entiende sin esta pared.
Una pared, ya que estamos, que incluso salvó un negocio. El de Tom Pai. En una entrevista de Noelia Fariña para El País, la dueña de la tienda dice que iban a cerrar, pero que “la calle se empezó a poner más de moda y empezó a venir mucha gente a nuestros ojos”. ¿El porqué? La propietaria considera que es por una foto que subió la influencer Dulceida.
Ahora, sin embargo, la pared no es motivo suficiente para salvar Tom Pai: cuenta Somos Malasaña que la parte arrendataria decidió no renovar el alquiler y Tom Pai cerró justo antes de la pandemia. El cierre de esta tienda de ropa hecha en Nepal (aun conservan su local de la calle Argumosa y otros tres en Donostia) ha ido acompañado de una renovación de la fachada: el ocre ha sustituido a los ojos y al turquesa de una pared firmada por Cristina Pollesell que algún día definió el barrio.