Eso de arrojar cosas a las vías del metro se nos va de las manos, nunca mejor dicho. Y no son solo latas, papeles o colillas las que terminan en el foso suburbano: cada día se caen unos cuatro objetos, muchos de ellos teléfonos móviles que quedan atrapados a una distancia mínima pero a la vez insalvable.
¿Merece la pena arriesgar la vida para recuperar el smartphone caído? Muchos piensan que sí y saltan desde el andén, avalados por el cartel luminoso que indica cuántos minutos les quedan para llevar a término el rescate. Un optimista diría que hay tiempo de sobra. Un paranoico, que pueden ocurrir mil imprevistos peligrosos con fatal desenlace. Por suerte, parece que nadie ha muerto arrollado en una de estas operaciones de salvamento ciudadanas.
Por si acaso, que nunca se sabe, Metro de Madrid ha empezado a colocar carteles que prohíben el descenso a las vías, en español y en inglés, para desincentivar estas peripecias dignas de una película de acción.
Pero, entonces, si se nos resbala algo de entre los dedos y acaba sobre los raíles, y no se nos permite bajar a buscarlo, ¿qué pasa con los objetos que nos caen a las vías del metro?
La respuesta no sorprende a nadie: hay que avisar al personal de la red suburbana. Con su criterio profesional y su protocolo de seguridad bien estudiado, ellos acometerán el rescate. Pero si esto sucede hora punta, habrá que esperar a que amaine el tráfico de convoyes y cruzar los dedos para que el objeto sobreviva durante ese tiempo.