Agradecemos a Mariví Vidal Villalba que, como siempre, nos entretenga y nos descubra historias curiosas de nuestra ciudad.
En la Plaza de Pontejos en el nº 2, en un edificio conocido como “Casa de Cordero” se ubica desde 1913 la mercería más antigua, tradicional y emblemática de Madrid: Pontejos.
Pasar la puerta de la tienda nos transporta a otra época, pero ha sabido mantenerse y adaptarse para convivir con los nuevos tiempos. Ya sus escaparates de madera, excelentemente conservados, nos hacen intuir que nos adentramos en un lugar especial y de toda la vida.
Una vez dentro vemos como el tiempo se ha detenido: pedir la vez para comprar, interminables mostradores de madera, cientos de cajas ordenadas y enumeradas, estanterías interminables (todas repletas y minuciosamente organizadas) sin duda nos recuerda a otros tiempos.
Tampoco podemos pasar por alto su “tradicional” forma de cobrar a la antigua usanza: la cuenta en el envoltorio y un ticket numerado para pasar por caja. Un engranaje perfecto; y es que la tecnología, a menos a simple vista, no se ha instalado en la tan tradicional forma de vender, lo que sin duda la hace especial.
Pero conozcamos un poco más su historia:
Su fundador fue Antonio Ubillos. Había nacido en Guipúzcoa, pero llegó a Madrid a ganase la vida. Al llegar a la capital comienza a trabajar, como aprendiz en la mercería de un tío suyo. Pero sería poco después en 1913 cuando el joven Ubillos abre su propia mercería en la planta baja de la que es conocida como “Casa del Cordero”, en la madrileña Plaza de Pontejos. El flamante negocio se anunciaba en la fachada con un cartel que decía: “Novedades, bordados y encajes”.
El negocio iba prosperando y lo normal es que fuera pasando de generación en generación. Pero llego la Guerra Civil y en ella Ubillos perdió a su único hijo varón. Por aquel entonces eran los hombres los que solían hacerse cargo de los negocios, por lo que su propietario decidió dejarlo en manos de su yerno Máximo Rueda. Este sería el encargado de dar continuidad al negocio. Para ello reforma la tienda, transformándola como la conocemos hoy en día, y en honor a su fundador decide llamarla “Almacén Sucesores de Antonio Usillos”.
Es significativo destacar la organización espectacular y meticulosa del género, que da como resultado un engranaje perfecto y digno de la más alta precisión.
La superficie del negocio cuenta con un total de 1.200 m2. Además, el local destinado a la venta, cuenta con un extenso almacén con dos pisos arriba y otros dos pisos debajo del local; todo ello cuidadosamente organizado e informatizado.
La tienda está dividida en secciones, concretamente en seis; cada una de las secciones tiene un jefe y este cuenta con tres o cuatro ayudantes. Cada uno de ellos ocupa su correspondiente metro de mostrador, ataviado con su boli y unas tijeras.
A parte de su milimétrica organización, Pontejos es sin duda conocido por la variedad y amplia gama de productos que ofrece a sus clientes.
Sus dueños llevan a gala el poder ofrecer a sus clientes cualquier producto que esté en el mercado y además poder contar con las últimas novedades.
Cuentan con más de 1.000 proveedores tanto de dentro como de fuera de España: piedras de Eslovenia y Chequia o cristales de Francia e Italia, entre otros.
Son más de 35.000 referencias las que atesora el local. Muchas tradicionales como cremalleras, hilos, lanas, borlas, flecos, fornituras; otras un tanto curiosas, como los “polvos mágicos” idóneos para coger el dobladillo de los pantalones, sin tener que dar puntada alguna; las cintas termo-adhesivas, para coger el largo de las telas solo con la ayuda de la plancha. Pero sobre todo, el producto estrella, son sin duda los botones; ya que Pontejos es el reino de los botones.
Cuando todos los días se abre la puerta a las 9.30, la clientela empieza a abarrotar el local. Son muchos los que por allí pasan al día, unas 2.000 personas; unas de Madrid y también del resto de España. Pero su clientela también traspasa fronteras. Así vienen de México para adquirir lentejuelas bañadas en oro para los trajes de torero, y de Irlanda para comprar galones dorados para los uniformes de los oficiales.
Incluso algún “ilustre” y conocido personaje se ha dado cita por allí. Como nuestro querido Manolito Gafotas, cuando tuvo que ir allí, porque su madre le mando a comprar un botón para su trenca. El mismo Manolito así lo recordaba. “Mi madre nos había mandado a Pontejos, que es una tienda que hay en la Puerta del Sol, donde todas las madres del mundo mundial compran botones, cremalleras y cuernos”
Y es que quizá por todo ello ya se sabe: “Si no lo encuentras en Pontejos, no lo encuentras en otro sitio”.