El Paseador Oficial de la Villa recorre los 21 distritos madrileños en su libro ‘La ciudad infinita’.
Sergio C. Fanjul es un astrofísico converso al periodismo y a la poesía. Es, también, un paseante urbano, un flâneur contemporáneo de mirada costumbrista y pies inquietos que ha convertido Madrid en el foco de sus andaduras y en el epicentro de sus historias.
A lo largo de su senda literaria ha publicado cuatro poemarios, un libro de relatos y una recopilación de sus textos compartidos en Facebook. Su último trabajo es La ciudad infinita (Reservoir Books, 2019), un largo paseo con parada en los 21 distritos de la capital en donde aglutina historia, filosofía, anécdotas, reflexiones y ocurrencias espontáneas.
Dejó su Oviedo natal para marcharse a Madrid en 2001. Una vez allí, echó a andar. A cada paso fue descubriéndose ante sus pies y ante sus ojos una ciudad de ladrillo interminable cuyos barrios estaban dotados de personalidad propia. La ciudad infinita es una descripción a título personal de la capital y de sus personajes, una observación exhaustiva de la vida madrileña.
En el diario El País firma la columna semanal Bocata de calamares, en la que también desgrana la ciudad, sus acontecimientos y sus peculiaridades. Su musa para esta tarea es el Carrefour 24 horas de Lavapiés, un caladero de fauna variopinta a la que mira desde el balcón de su casa.
En 2018 se autodesignó Paseador oficial de la Villa y se puso a patear Madrid.
Abordemos el gran misterio madrileño: ¿por qué Madrid es especial si no tiene nada de especial?
Se dice mucho que Madrid no tiene un relato propio. No tiene un gran monumento, no tiene costa ni una montaña desde donde ver la ciudad entera. No tiene casi nada, no es una ciudad demasiado monumental. Madrid es, como decía [Francisco] Umbral, un “poblachón manchego”. Pero es lo que a mí me parece que tiene de interesante: esa mezcla, esa indefinición, esa especie de mix genómico de toda la gente que viene de todas partes. Ese “no sé qué”. Es un poco “significante vacío”, como diría [Íñigo] Errejón.
¿Le tienes manía al skyline de la capital?
El skyline de Madrid es una cutrez total. Pero el problema no es que sea chungo, el problema es que la gente está empeñada en hacer un skyline en Madrid como Dios manda. Porque Madrid quiere ser una ciudad global. Para eso hay que tener un skyline, y aquí estamos aprendiendo a hacerlos. Están poniendo rascacielos, pero claro, ¡lo están haciendo mal! Porque tienen que ponerlos “arrejuntados”, para que hagan bonito. Que dejen el skyline y se dejen de ciudades globales y que se preocupen por otras cosas más importantes, como la contaminación o las personas.
Madrid no es un sitio con mucho carácter propio. Me costó varios años conocer a un madrileño.
Y, ¿qué piensas del cielo de Madrid? Todo el mundo está enamorado de su color azul, pero está tapado por una boina gris.
El cielo de Madrid me gusta mucho, pero no sé si me gusta porque me han repetido mucho que está guay o porque realmente tiene algo especial. Pero tampoco sé qué tiene de especial. En el libro cuento que lo que está muy bien son los crepúsculos en el Palacio Real. La boina de contaminación no se ve cuando estás debajo de ella.
Pío Baroja escribió: “Madrid es un pueblo extraño al que nosotros estamos acostumbrados”. En la introducción de La ciudad infinita mencionas el “aldeanismo universal” de Madrid. Hablemos de esto.
Madrid no es un sitio con mucho carácter propio. Es “el rompeolas de todas las Españas”, como decía [Antonio] Machado. Pues es verdad: aquí viene todo el mundo y todo el mundo se siente muy acogido, porque casi nadie es de aquí. Me costó varios años conocer a un madrileño. Madrid tiene también ese “aldeanismo universal”. Cuando vine de Asturias pensaba que todo el mundo en Madrid era muy cosmopolita, pero ahora ya veo que la gente es muy paleta. Lo vemos, por ejemplo, en la modernidad cateta de los bares con bombillas vintage de filamento, ladrillo visto y todas estas cosas.
La capital es una ciudad de contrastes. ¿Hay distritos antónimos?
Madrid es una ciudad muy polarizada en el sentido socioeconómico. Muy segregada: los ricos viven al norte o noroeste y los pobre al sur o sureste. Hay fronteras muy claras, como la M-30 y Madrid Río. Y hay un cambio brutal socioeconómico. Desde ese punto de vista sí que hay barrios antónimos: Usera y el barrio de Salamanca. Vallecas o Carabanchel y el barrio de Salamanca.
En los barrios del sur hay más desempleo, hay peores servicios públicos, peor urbanismo, la calidad de las edificaciones es mucho peor. Es un paraíso de ladrillo visto y toldo verde botella. Incluso la esperanza de vida es mucho más corta. En Usera, si no me equivoco, la esperanza de vida es dos años menor que en la calle Goya. En el barrio de Salamanca todo funciona mejor y la gente vive más porque se alimenta mejor. Tradicionalmente las administraciones públicas han invertido más en las zonas más ricas en vez de en las más pobres. No funciona lo de la redistribución de la riqueza que se promete cuando se pagan impuestos.
Madrid es una ciudad muy recomendable que está dejando de serlo a marchas forzadas.
¿Tenemos barrios sobrevalorados e infravalorados?
Sobrevalorado es cualquier barrio del centro de los que se están turistificando. Cuando veo a grupos de turistas haciendo rutas por Lavapiés me pregunto “¿qué vienen a ver aquí?”. Madrid no es una ciudad muy turística pero, claro, la van acondicionando con bares guays y la gente ya tiene interés. ¿Infravalorados? Infravalorar es la falta de inversión en las zonas más pobres. Eso es hacerlas de menos.
¿Madrid es un lugar recomendable para vivir?
A día de hoy no se la recomendaría a nadie, porque no se puede vivir. Los alquileres son altísimos y la cosa está muy mala. Nos quieren volver a «poner» la contaminación, se especula. Es una ciudad muy recomendable que está dejando de serlo a marchas forzadas.
En tu libro cuentas que los dadaístas y los surrealistas deambulaban por la ciudad en un estado de trance. Practicaban la psicogeografía. ¿Cuál es la actitud correcta para pasear por Madrid?
Hay una larga tradición de paseos dentro del mundo de la literatura y del arte, como el flâneur de Baudelaire, el paseo dadaísta, el deambular surrealista y la famosa deriva psicogeográfica de los situacionistas. Estos tienen unas reglas y lo mío son paseos normales y corrientes. Yo recomiendo pasear sobre todo por las zonas menos paseadas. Por la periferia de Madrid, por los barrios menos conocidos, porque es lo que tiene interés. Es muy interesante transitar todos esos espacios que se parecen tan poco entre sí, que son tan diferentes.
Esta es una ciudad grande y cada barrio que la integra tiene una identidad autónoma. Pero, ¿se puede definir Madrid con una sola palabra?
(Se lo piensa. Ríe) Chatarra.
¿Y a los madrileños?
(Ríe aún más) Chatarreros.
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Fotos: @angelbiyanueba para Madrid Secreto.