Hace algún tiempo que la expectativa gastronómica y el cliché no van de la mano. En los primeros años de proliferación de restaurantes de nacionalidad china, italiana o japonesa, uno iba buscando la traducción gastronómica de la versión original. Ahora, la situación es bien distinta: la distinción parte del parecido al original.
Por eso Torijiro, en la zona de Ríos Rosas, es un restaurante distinguido y una buena representación de este cambio de paradigma. La carta es un jeroglífico para quienes son legos en esta gastronomía y una gloria hecha papel –luego plato– para quien está más puesto en estas lides gastronómicas.
¿La prueba de ello? Una barbacoa koreana que nada tiene que ver con la concepción occidental de barbacoa, el kao –un tipo de dumpling– de pato y boletus o distintos tipos de udon compuestos por combinaciones de sabores ignotas para el paladar común de hace veinte años.
La decoración es tipo izakaya y el nivel de detalle de la cerámica es absoluto. Factores contextuales como estos dos contribuyen a que la inmersión sea definitiva. Todo ello para conocer una no tan nueva gastronomía, por dejarse aconsejar, por deleitarse ante lo que uno tiene enfrente de sí mismo y por volver. En contradicción con lo que decía Sabina porque en los lugares en los que hemos sido felices (gastronómicamente hablando) hay que volver. Siempre volver y siempre recomendar.
Calle de Fernández de la Hoz, 70
Alrededor de 20€ por persona.
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