No, no es una oda a esos abueletes con perfil de Facebook o camisetas de Iron Maiden, sino a ese vermut que ahora es lo más pero que en realidad se lleva sirviendo desde tiempos inmemoriales. Es más, nuestros “yayos” lo tomaban con nuestra edad, quizá por eso se llame así.
Malasaña está de moda y eso es indiscutible, quien no sale de fiesta por esta zona está desactualizado (va por vosotros, rezagados de Huertas). La nightlife, la chicha, ahora está en este barrio y su mejunje estrella, su néctar de la fiesta, son ellos.
Ah, los yayos, esa bebida a base de vermú de grifo, ginebra y gaseosa. Al principio te sabe a rayos pero una vez has dado un par de sorbos, quieres más y más. Así hasta que de pronto dan las tres de la madrugada y te das cuenta de que si quieres disfrutar un poco del Ocho y Medio, tienes que volar. Eso sí, llevas un moco considerable, así que es posible que entres en la discoteca haciendo eses y cayéndote por las escaleras.
Malasaña no se vive después de un bailoteo en la Vía Láctea o de comprar ropa vintage en el Templo de Susu, sino después de pasarse por Casa Camacho y pedirse unos yayos. Al mediodía está repleto de abueletes comentando los resultados deportivos, por la noche de jóvenes alternativos con gafas de pasta. Contrastan un poco con la ambientación cañí, hasta un poco cutre del bar pero ahí está la gracia, en pequeños detalles como que para ir al baño. hay que atravesar la gracia. O que esta está tan llena de raciones de aceitunas y otros aperitivos que acabas robando las del vecino.
Malasaña está repleta de estos “cutre-bares”, que han dejado de ser frecuentados por “carcas” para llenarse de barbas, labios rojos y productos de Apple. Sabía que se llevaba lo “vintage” y “retro” pero nunca iba a imaginar que iba a llegar hasta este extremo. El vermut en general se ha vuelto a poner de moda, aunque creo que nunca llegó a marcharse del todo. Lo mismo ha ocurrido con el gin-tonic, que antes era combinado “de padres” y ahora es lo más trendy.