Este local de Chamberí ofrece un kebab de calidad que desmonta el mito de la comida basura asociada a este bocadillo libanés
La pulcritud con la que a veces busco la palabra exacta que exprese una idea se me antoja un estorbo mayúsculo cuando esa misma meticulosidad léxica se traslada a la mesa. El nacionalismo gastronómico, brazo armado de cualquier sentimiento de pertenencia, tiende a levantar fronteras donde, o bien no las hay, o bien no son necesarias.
El arroz con cosas que no es paella, la pizza con piña que no es pizza, la pasta con nata que no es carbonara. Ya tu sabes.
A veces se nos olvida que no estamos inventando nada nuevo, que lo que comemos aquí se lleva comiendo durante siglos en otras muchas partes del mundo, y que justificando estos matices diferenciales entre un plato y otro no estamos sino pretendiendo justificar una necesidad de pertenencia a algo, ya sea el pueblo, ya sea la civilización occidental.
Por todo esto habrá quien pontifique sobre las diferencias entre el kebab y el shawarma, que en realidad son la misma cosa: la primera en turco, la segunda en árabe.
Pero como decíamos, la diferencia nominal entre un plato y otro no nos interesa tanto como haber descubierto el que posiblemente sea el mejor kebab de Madrid, el de Shawa (c/ Rodríguez San Pedro, 34).
Este relativamente joven local de Chamberí viene a demostrar que el shawarma (aunque en España haya calado más el vocablo turco), ese bocadillo libanés, puede ser un bocado de calidad sin elevar mucho el precio (sale a 6,5 euros) de eso que te enchufas de madrugada camino a casa.
Aquí, ese royo de carne enorme que tantas suspicacias levanta en según qué locales se construye a base de filetes de ternera y cordero marinados durante casi dos días que luego se colocan uno sobre otro, formando esa estructura con forma de avispero gigante que se asa mientras gira.
Puedes tomarla en pan de pita, con o sin col, o en un plato en el que se sirve con pan, ensalada, patatas belgas y col y salsas. Imprescindible también aderezarlo todo con su salsa secreta de tomate marinado con un toque picante.
Su carta no es demasiado extensa, por lo que todo en ella es imprescindible. Especialmente su falafel con salsa de yogur.