¡Que levante la mano todo aquel que de buena gana se iba a Barajas y cogía un vuelo con destino Ibiza! Nadie habéis dudado en levantar el brazo, ¿eh? Los problemas vienen cuando pensáis en que vuestra cartera no está para sustos, o que entre el trabajo y los estudios no tenéis tiempo para respirar y además, ¿Ibiza en febrero? ¿Estamos locos?
Pero tranquilos, nosotros también estábamos derramando una lágrima cada vez que veíamos fotos de playas paradisíacas, hasta que pusimos un pie en 90 Grados (Alcalde Sainz de Baranda, 64).
Entrar en 90 Grados supone alejaros miles de kilómetros de tu ciudad hasta el punto de olvidaros que seguís en la capital. Esta terraza ibicenca abre los 365 días del año hasta las 2h, ofreciendo un oasis de tranquilidad en el centro de Madrid. Si en Narnia el invierno era eterno, en 90 Grados se puede vivir un verano hasta en pleno enero.
Si sois de los que les encanta salir de trabajar y aprovechar lo que queda del día (lo que viene a ser afterwork) 90 Grados es una apuesta segura. Nosotros fuimos a tomar una copa acompañada de algo “ligero” para comer y casi tenemos que llamar a una grúa para que fuera a recogernos.
Mi compañera y yo pensábamos tomarnos solo una copa, pero cuando el camarero nos contó que el barman, Joel Jamal, había ganado el premio de la Asociación de Bármanes de la Comunidad de Madrid y era Campeón de España 2015, nos lo pensamos dos veces. Empezamos fuerte con un Pisco Sour, preparado con jugo de limón y clara de huevo. Era un sabor fuerte, pero entraba mejor que bien con la comida.
De primero, probamos unas croquetas de dos sabores: chipirón y carrillera. Para mi gusto estaban más sabrosas las de chipirón, aunque las de carrillera se sirven con una salsa que le dan un toque especial.
Cuando pedimos el segundo plato, un risotto de boletus, mi compañera estaba ya afectada por los primeros efectos del Pisco Sour y yo comenzaba a notar una ligera brisa ibicenca. El risotto estaba para mojar pan, aunque quizá no fuera el plato más light de la carta. Os recomiendo que controléis a vuestro oso interno y lo pidáis para compartir, ya que los platos no son precisamente pequeños.
Por último, llegó la especialidad de la casa: el rodizio de pollo marinado, acompañado de cuscús. Por vuestro bien, no os lo pidáis si no es para compartir entre varias personas (a no ser que seáis la familia Picapiedra). Estaba bastante bueno, pero el estómago de mi compañera no fue capaz de superar el reto y tuvo que dejarse apenada la mitad de su parte.
Entre el rodizio de pollo, que nos había cebado como a un pavo en Nochebuena, y el Pisco Sour, nosotros ya estábamos escuchando la música de Pacha y veíamos a Pocholo. Nuestra parte racional nos decía que debíamos irnos, pero nuestro corazón nos incitaba a quedarnos para probar uno de los cócteles estrella del barman. No hace falta que os digamos quién ganó entre el corazón y la razón…
Nos pedimos el cóctel estrella del local, el Winner, con el que el barmán ganó el último campeonato de España. Aunque no os lo creáis, podríamos decir que era el postre más light de la carta porque estaba hecho con fruta natural. Nos sorprendió que las copas tuvieran unos precios razonables que no superaran los 10€.
Salimos de 90 Grados (a duras penas) más que satisfechos por la experiencia de haber anticipado un poco de verano. Eso sí, mi compañera no sabía si estaba en Madrid, Ibiza o en Miami.