Hay una idea sobre expectativas y fama temprana que expresaría mejor el periodista Enrique Ballester que uno mismo. Él lo hizo en referencia al jovencísimo Ansu Fati que debutó con gol. Al hilo de esto, Ballester decía: “Soy Ansu Fati, pido el cambio y me retiro”. Algo así pienso sobre Alberto Olmos en un raro ejercicio de empatía. Con apenas 23 años, el escritor segoviano quedaba finalista del Premio Herralde de novela con A bordo del naufragio (Anagrama, 1998)
El problema, claro, es que, si yo fuera Alberto Olmos y hubiera cesado mi actividad literaria en ese momento, habría privado a centenares de lectores de sus recomendaciones librescas en El Confidencial. Los diarios de Sándor Márai, 8.38 de Luis Rodríguez o (porque Olmos es un crítico literario atípico por muchas razones, entre otras cosas porque no necesariamente reseña novedades) Ventajas de viajar en tren de Antonio Orejudo son solo algunos de los libros que (yo, por ejemplo) muchos lectores se habrían perdido.
También nos habríamos perdido, por ejemplo, Irene y el aire (Seix Barral, 2020): un libro, en lo que sería un resumen muy sucinto, autobiográfico sobre la maternidad desde el punto de vista del padre. Sobre el embarazo, la precariedad, los afectos, las mudanzas, Ikea y a veces las reflexiones semánticas alrededor de estos temas.
Quiero escribirle para confirmar la hora a la que le voy a llamar, pero Olmos no parece tener Whatsapp así que marco su número, tecla (“tecla”) de llamar, presentaciones, griterío pueril de fondo y un aviso: “tengo un niño aquí delante, si oyes gritos por aquí será eso”.
Irene y el aire es un libro absolutamente autobiográfico, ¿es este el camino de la prosa de Olmos?
No, no lo había pensado. Tengo bastantes libros publicados y, de hecho, los críticos consideran que el hecho de que cada libro mío sea distinto es mi seña de identidad. No creo que me dé ahora por análisis autobiográficos.
Además, no creo que tenga (y no deseo tener) grandes aventuras o grandes desgracias que me hagan escribir ese tipo de libros. Ha sido una cosa muy puntual. Es consecuencia del hecho de ser padre y de asistir a un nacimiento (que en realidad son dos porque tengo dos hijos). Al de Irene, que es el que cuento en el libro.
No hay ningún plan, pero no te puedo decir lo contrario porque no sé lo que voy a escribir a continuación.
Me ha dado la sensación de que Irene y el aire es casi el andamiaje biográfico que soporta tus columnas
Yo me dejo la vida cada semana para sacar una columna, así que te agradezco que lo veas así. Cuando escribí el libro, me puse a hacerlo cuando ya llevaba bastante trayectoria en la columna de El Confidencial. Luego la gente me ha dicho que la primera parte del libro tenía algo que ver con las columnas.
En las columnas suelo tocar algún techo de sarcasmo y de humor más provocador y en el libro creo que estoy bastante templadito: yendo a otro ritmo y a otro asunto.
Hay algunas columnas que acaban siendo más autobiográficas: hablando de mi novia, hablando de los niños… Pues se pueden leer complementariamente, pero creo que no tienen ninguna intención tan autobiográfica como este texto.
“Los niños molan hasta los 6 o 7 años”. Es una frase tuya de A bordo del naufragio, ¿sigues pensando igual?
Es curioso esto que me planteas porque como escribo tanto, no sé ni lo que digo. Son todo momentos de escritura. Pero esto que me sacas no me sorprende nada porque yo lo reduciría incluso (a mis 45 años y dos hijos) a los tres o cuatro años. Los niños molan desde que empiezan a andar hasta que empiezan a hablar, que es una etapa muy breve. A partir de los cuatro o cinco son todo discusiones y egoísmos, como ahora pasa con Irene, la del libro.
No solo suscribo mi frase escrita desde la ignorancia de los 21 o 22 años, sino que la subo.
Me da la sensación de que antes escribías enfadado y triste y ahora de que escribes enfadado y contento.
No sabría decirte. No estoy muy contento últimamente: entre la pandemia, mi situación personal y mi situación económica no estoy muy contento. A lo mejor se transmite, pero lo de la felicidad absoluta es una simpleza fascinante. No es una cuestión de que los hijos te den una felicidad total de 24 horas al día. Pero no quiere decir que estés encantado de la vida, que la familia sonría como los anuncios de Kínder Sorpresa.
Yo me dejo la vida en cada columna. Yo hago un esfuerzo exagerado que a veces no va a ningún lado.
De todas formas, hablo del sentido del humor que puede ser leído como un estado de animo
Me gusta que saques este tema porque es mu interesante. Llevo como cinco años escribiendo columnas y el adjetivo de humor me parece interesante. Yo he escrito columnas muy graciosas en situaciones absolutamente límites o extremas. No sé por qué, el humor que tengas, el humor que salga de ti… Si tú te pones a escribir encabronado, te sale encabronado.
Pero es verdad que con los años uno tiene un estilo propio y aunque estés de buen humor tú te pones a escribir y te sale esa voz que ya tienes armada y que funciona sola. Es una cosa fascinante.
Yo sigo fascinado con la escritura en el sentido de que sigo sin saber qué es. Porque para esto que me preguntas debería tener una respuesta definitiva porque llevo toda la puta vida escribiendo. Pero es fascinante el hecho de que te pones a escribir y te sale un texto opuesto al humor que tienes. Es muy inexplicable la escritura.
Y como reverso de esto que dices, ¿sabrías decir por qué lees?
Yo leo bastante (lógicamente). Y últimamente me cuesta bastante defender la lectura porque es muy cansada, es lo opuesto a nuestro tiempo: no se puede compartir. Es un acto bastante épico y heroico (sobre todo por lo solitario y aburrido que es). Pero cuando encuentro un buen libro o un texto que me gusto sí que es verdad que se vuelve más defendible. Es una cosa que no te puede dar una serie, una película o estar jugando al ajedrez.
Yo creo que leo para encontrar un buen libro. Recibo muchos por trabajo y en la librería tienes todos los que quieras. La lectura para mí es una búsqueda de ese texto que me aporte. Y sobre todo el uso de frases. Soy muy de leer sin enterarme de la trama, pero sí captando frases aquí y allá. Y entrar en la página 308 de tal libro de Nabokov y encontrar tal frase que de repente me ilumina.
Eso me pasó hace poco cuando estaba escribiendo sobre pobres. Me vino una frase que tenía en la cabeza: “los pobres son los que mejor pueblan”, que creo que era de Diderot en Jaques el fatalista. Lo busqué en Google y no lo encontraba, resultó ser de ese libro, pero la traducción que había en Google decía algo así como “los miserables son los que más multiplican la población”. En fin, el hecho de yo haber leído “los pobre son los que mejor pueblan” evoca a que las personas que no pueden tener hijos son los que más tienen.
Esa frase se me coló en la cabeza y cuando tengo un tema en mente para una columna, de repente busco una cita, una frase de una canción o una escena de una película. Y eso es lo que atesoro y lo que busco.
A lo mejor es una lectura un poco pobre, pero si yo abro un libro de Knausgard lo hago buscando una frase que me ilumine. Y como no encuentro nada, lo dejo enseguida porque me parece absurdo.
Pero el hecho de que siga leyendo es porque tengo bastantes citas y bastantes momentos literarios en mi cabeza que me sirven para armar un discurso y para tener una visión del mundo. Ya no digamos que porque sea entretenida o porque esté muy bien escrita. Realmente busco esa frase que me indique algo como la típica frase de “lo más profundo es la piel” de Paul Valéry. Frases que te impactan y que puedes recordar y que en un momento dado te sirven para armar una reflexión.
Has dicho alguna vez que uno de tus mayores orgullos es que Kiko Matamoros recomendara en Sálvame Cuando el Vips era la mejor librería de ciudad
Ha recomendado este también.
El reverso de esto es si hay alguna pregunta de la que te molestaría que procediese una crítica positiva.
Es una cosa complicada de nuestro tiempo… pero no, a mí me da igual, la verdad. Me da igual.
Pienso a veces en la comparación literaria entre Madrid y Barcelona. Algunas de las novelas ambientadas en España que más me han gustado en los últimos años son de Miqui Otero, Cristina Morales, Juan Pablo Villalobos o Gonzalo Torné. Casi todos sus libros se ambientan en Barcelona.
No lo había pensado en este tiempo. Yo había pensado hace un tiempo que las novelas se escriben en Madrid y se publican en Barcelona porque ya sabes que los sellos más importantes están en Barcelona. Pero no había pensado si en los últimos años hay una inclinación hacia Barcelona.
No me importaría mucho darte la razón, pero hay muchos escritores catalanes (no solo de esta generación, sino también anteriores), cuya escritura es un poco defectuosa en términos gramaticales. En otras regiones de España como el País Vasco o Galicia se escribe maravillosamente en castellano, pero las prosas de escritores catalanes son un poco ásperas para alguien que tenga gusto.
De todas formas, a mí tampoco me gustan mucho esos autores que mencionas.
Por otro lado, en los últimos meses, tú mismo, Rafael Reig, Ignacio Peyró o Trapiello habéis publicado autobiografías con Madrid como telón de fondo. ¿Se puede hablar de una tendencia?
Las tendencias son un poco oportunistas: lo que hay son una especie de puntos sueltos y se unen. Sale mucha novela rural, hay un movimiento de novela rural… pues no. Tú puedes unir los puntos y luego desde el prisma del periodismo se pueden ver tendencias. Solo hay gente honesta a quien le toca una novela y luego le toca hacer otra.
¿Qué relación tienes con tus libros anteriores?
Yo escribo un libro y va bien, mal o regular o a ningún lado y soy bastante desapegado. Como si tuviera hijos y los abandonara en un arroyo. No considero que sea absurdo porque cada uno es como es.
Tengo la sensación del siguiente siempre. Aunque este libro, como va de mi hija, sí que lo tendré más presente. Pero los demás… Me cuesta la vida escribir una frase bien hecha, pero luego ves lo que se escribe y lo que se valora y no sé ni para qué escribe uno.
Pero respondiendo a tu pregunta: no, nunca he leído un libro mío. Y la idea de editarlos o recuperarlos con un sello me irrita. Hecho por otros tiene sentido. Pero yo… no porque estén perfectos, yo ahora tengo una visión de mi lectura distinta. A lo mejor cojo un libro mío lleno de tacos y quito todos y ya deja de ser el mismo libro. O antes me gustan frases largas y ahora cortas.
Me parece absurdo mejorarse a uno mismo desde el punto de vista de que nadie dice que puedas hacerlo mejor. Porque la juventud es experta e ignorante, pero tiene esta cosa aguerrida y valiente. Tienes que defender el autor que fuiste y corregirle veinte años después es un poco absurdo.
Tienes dos hijos, ¿te preocupa que se generen celos en el futuro por haberle dedicado un libro a uno de ellos y a otro no?
Lo he considerado vagamente. Estamos hablando de algo que pasaría dentro de diez años o más y fíjate si me importará a mí lo que pase dentro de diez años. Y siquiera si estaré vivo. Es un tema que está latente, que será curioso verlo.
Irene ha visto el libro en casa, lo ha tocado y le da igual. Tampoco me da para mucho explicárselo y no le ha hecho mucho caso. Cuando quiera hacerle caso…
No es un libro que se tenga que leer (ella) en simultaneidad de los lectores que lo leen ahora ni de las entrevistas que le hacen a su padre sobre el libro. Lo leerá en frio. Descatalogado o lo que sea. Será un texto más intimo porque no lo verá en una librería. Y eso aminora el impacto.
Y sobre la envidia… pensado está, pero no hay preocupación porque todavía son muy pequeños.
El otro día publicaba El País los datos secretos del mercado editorial, ¿se puede vivir en España de escribir?
Es un tema que me gustaría desarrollar en un artículo o que si estuviese más tranquilo te lo argumentaría más extensamente. Es un tema que yo solo puedo tratar con humor.
Cuando uno se erige escritor o se llama a sí mismo escritor, yo lo siento mucho, pero nadie te ha dicho que tengas derecho a vivir de ello. Es como si abres una tienda de frigoríficos en Alaska y te quejas de no poder vivir de vender frigoríficos en Alaska.
La gente dice “es que escribo libros y no puedo vivir de ellos”, es que nadie te ha dicho que vayas a vivir de ellos.
Conozco a pintores, músicos o cineastas y ninguno de ellos (a no ser que le llamen de un medio y tenga la oportunidad de quejarse o lloriquear) ve que el mundo tenga la obligación de dejarle ganar dinero de las canciones. Si ya sabes como va esto. Pues el talento, la suerte y mil cosas más hacen que ganes dinero o no. Pero esto de pensar que porque escribes libros tiene que vivir de ellos es una queja absurda. Si no, pues te jodes.
El hecho de que te guste escribir o hacer lo que sea y que más o menos tengas tiempo para hacerlo ya es una bendición. Y es donde reconoces a un artista de verdad. Yo escribiría gratis, yo leería gratis. Pero está bien que algo de dinero me surja.
Es que además es normal porque no hay lectores, qué cojones vas a vivir tú de escribir tus cosas. La gente no se entera de qué va esto.
Otra cosa es que escribas best sellers y que hayas estudiado como crear el mejor best seller y no haya funcionado. Pero así es la vida, yo no oigo a la gente de otros oficios nada vocacionales y sin ese complemento para el ego que es la vanidad de la artista. Yo no oigo a esa gente quejarse al mundo.
El tema de las ventas es una cosa morbosa, un asunto secretista y la gente da a entender que le va muy bien y que le han traducido una editorial… Lógicamente es interesante. El artículo lo dejaba a entender: el mercado del libro es sospechoso.
Luego están los titulares estos de “el 40% de españoles nunca lee un libro”, bueno ¡ojalá fuera así! Centrémonos. El 60% son 25 millones de personas. Y resulta que, de esos 25 millones de personas, solo un millón ha comprado el best seller del año y del siglo que es Patria. O sea, solo un millón de 25 que lee libros se ha dejado influir por el marketing, el éxito o el ruido.
Decía Reverte en una charla con Marías que en España hay 200.000 lectores y eso es una realidad. Y hay unas 10.000 personas literarias y luego hay hasta un millón de personas que por moda o por nostalgia escolar te compra un libro, pero es lo que hay. Hay un millón como muchísimo.
Te has posicionado muy frecuentemente en contra del mercado editorial ¿puede existir una suerte de contracultura editorial?
Te diría que lo que estás describiendo es el éxito. Un Javier Cercas que tiene éxito con Soldados de Salamina que va a los eventos que quiere, hace las entrevistas que le da la gana y si no, no pasa nada. Y Javier Marías igual.
Javier Marías con su novela Negra espalda del tiempo dijo que no le salía de los cojones hacer promoción. Y no la hizo.
No hay que olvidar que los editores publican los libros que le gustan y que esperan que lean los libros que editan. Hay editoriales bastante eficientes y nada deshonestas. Libros del Asteroide me gusta mucho. Voy a una biblioteca, cojo un libro suyo y lo leo sin fijarme en el titulo porque sé que el tipo publica libros que le gustan. No hay tanto problema con el lado más frívolo. También pasa con PreTextos, Renacimiento o Blackie Books, que publican libros que les gustan. No hay que desesperarse ni como autor ni como editor y pensar en “a ver qué se lleva o a ver qué hago para llamar la atención”.
Justo te iba a preguntar que qué es para ti el éxito literario.
Con los años he llegado a la conclusión de que el autentico éxito es poder hacerlo. Si tus libros se publican, aparecen, se leen y van mejor o peor… eso es un éxito. Normalmente creemos que el éxito es que ha triunfado, que tiene mucho dinero o que ha vendido. Evidentemente no está mal, pero hay que pensar en la cantidad de gente que deja de escribir, que deja de publicar. Tener una carrera literaria es un éxito.
El éxito es que te gusta algo y puedes dedicar tu vida a ello. Luego está la suerte no siempre beneficiosa del éxito puntual. Estoy leyendo ahora un texto de Marguerite Duras que se llama La vida material y Duras es todo lo que tu quieres pensar de ella como autora, menos El Amante, que es la novela que le hizo rica y famosa. Lo mismo pasa con el escritor de La naranja mecánica, Anthony Burgess. Lo contrario del libro que le hizo famoso que se interpone entre sus lectores y sus libros.
Es que puede ser un obstáculo que tú saques un libro absurdo y todo lo que haces antes o después parece menor, cuando lo mayor es justamente toda la obra.