Una versión española de Los Simpsons. Resulta tentador imaginarse que pudiera existir una serie paródica que pusiera a la sociedad española en el espejo deformador de Matt Groening. En el caso de que existiera, sería casi seguro que uno de esos capítulos ambientados en el pasado giraría alrededor del anillo de Castiglione, un objeto narrativo caprichoso que puede (“puede”) servir para justificar la muerte de cinco personas tan jóvenes como cercanas entre sí en apenas siete años.
La historia empieza –y acaba, realmente– con Alfonso XII. La dudosa veracidad de la leyenda nace en el improbable escarceo amoroso entre Virginia Oldoini –condesa de Castiglione y amante de Napoleón III– y el propio Alfonso XII. (El escarceo es improbable por la diferencia de edad: Alfonso, 17 años; Virginia, 37). La historia continúa con la boda de Alfonso y su prima María de las Mercedes y un ataque de celos atribuido a Oldoini, que mandó un regalo envenenado al joven matrimonio.
El regalo es o era el anillo –con un gran ópalo– que nos ocupa y su historia es opuesta a la del anillo de Tolkien. La voluntad general, a partir de 1885, fue que nadie se lo pusiera.
La sucesión de muertes
Como este artículo es más un ejercicio de ficción sujeta a la realidad que de periodismo como tal, los datos sobre las muertes varían según la fuente consultada. El orden, no.
Primera persona en ponerse el anillo: la prima y esposa de Alfonso, María de las Mercedes, que murió de tifus con 18 años recién cumplidos (en 1878).
La abuela de Alfonso –María Cristina– y madre de Isabel II se adjudica la herencia del anillo. Resultado: fallecimiento un par de meses después (1878).
Alfonso, dice la leyenda, tentó a la suerte, se puso el anillo dos meses después de que muriera su abuela y sufrió un atentado del que se salvó (1878).
Sin saber muy bien cómo (de rebote, dicen en el podcast Pero eso es otra historia), el anillo le llega a la cuñada de Alfonso: la hermana de María de las Mercedes, la reina fallecida y la primera persona en morir por llevar el anillo. María Cristina Francisca de Orleans se puso el anillo y ocho meses después murió de tuberculosis (1879).
El anillo siguió dando vueltas por la corte hasta llegarle a la infanta María Pilar de Borbón –de quien se dice que estuvo enamorada del hijo de Napoleón III–, que se lo puso y cuatro meses más tarde muere en extrañas circunstancias en el balneario de Escoriaza (1879).
La siguiente víctima: el propio rey. A la edad de las grandes estrellas de rock, en 1885, Alfonso XII murió –supuestamente con el anillo en el dedo– fruto de una tuberculosis.
¿Qué pasó con el anillo?
María Cristiana, la segunda esposa de Alfonso XII, donó la joya a la Virgen de Nuestra Señora de la Almudena (la que tiene que perdonar a C. Tangana en su canción con Nathy Peluso) y la colgó de su cuello, dice la leyenda de una historia radicalmente modificada de tanto ser contada.
La segunda María Cristina –reina consorte de España hasta 1902– tomó esta decisión impulsada por recomendación de su difunto esposo, que en el lecho de muerte le instó a esconder la joya.
En un momento dado la joya –que no es de ópalo y sí de oro, perlas y diamantes– se llevó al Museo de la Catedral de la Almudena, donde se encuentra expuesto y se puede leer: «Esta sortija perteneció a la reina Mercedes, a la reina María Cristina, a la infanta Cristina, a la infanta Pilar y al rey Alfonso XII». Y le sigue: «Después del fallecimiento de estas Augustas Personas, la Familia real la donó a la Sagrada Imagen de Santa María de la Almudena. 29 de noviembre de 1885».
Misterio resuelto.