El primer monumento erigido en Madrid como homenaje a los fallecidos por coronavirus fue un pebetero inapagable y bautizado como eterno: una llama que recuerda a los 21.000 madrileños fallecidos por el Covid-19.
Quien frecuente esa zona (junto a la plaza de Cibeles, en la isleta que figura en el tramo que une Alcalá con Sol y desde donde se puede sacar una de las fotografías más icónicas de Madrid) con cierta asiduidad se habrá percatado de dos cosas: una, que hay viandantes que cruzan el paso de cebra a medias para tomar una foto; dos, que hace algún tiempo que el pebetero está cercado y fuera de funcionamiento.
La llama se prendió por primera vez el 15 de mayo de 2020, fue obra del arquitecto Carlos Rubio Carvajal y desde entonces la problemática alrededor de su encendido ha sido constante. Al cabo de un día, el pebetero se apagó por un problema de previsión en la suministración de propano. Un mes más tarde, se tuvieron que hacer obras: se cavó una zanja para crear un sistema de gas que permitiese que la llama fuera eterna, dado que el sistema de suministro antiguo requería un mantenimiento constante (botellas de propano). Sufrió un acto vandálico que se pudo solucionar rápidamente a mediados de agosto.
Ahora, según ha averiguado y contado A. Pascual en un artículo publicado en El Confidencial, la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Madrid ha justificado este parón en el funcionamiento aduciendo razones vandálicas: un ataque nocturno que destrozó el sistema de gas instalado en junio del año pasado.
El pebetero tiene una inscripción a sus pies que indican que “vuestra llama nunca se apagará en nuestro corazón”. Esta leyenda, que refleja la esencia del monumento, fue refrendada durante el día de la presentación por el alcalde de Madrid José Luis Martínez-Almeida, quien dijo que: “hoy encendemos una llama que nunca se apagará ni en Madrid, ni el corazón de todos los madrileños”.