Rosado, tinto o blanco (y más que hay, pero cuyo nombre no recuerdo tras esta ruta, ¡hip!). El vino, si es bueno, es todo un placer. Quien no sepa mucho de él y el único tipo que haya catado sea el del tinto de verano, el kalimotxo o el de cocinar, puede que piense que donde se ponga una buena rubia, que se quiten las demás, pero es que un buen vino, mejor aún cuando va acompañado, hace hasta más atractivo a quien lo bebe (o quizá sea que quien lo mira ya ha bebido demasiado, quién sabe…) y más interesante. Sea por un motivo u otro, cualquier excusa es buena para probarlo así que, allá vamos…
- De Vinos: en Malasaña hay cabida para los lugares más modernos y más castizos y si el local mezcla ambos estilos, el resultado es explosivo. De Vinos es un antiguo ultramarinos que apuesta por las marcas de caldos españoles más desconocidas. Eso sí, no se olvida de los clásicos, por lo que siempre podréis encontrar Ribera o Rioja en su despensa. Sus vinos se pueden acompañar de sus raciones de ibéricos o de sus maravillosas tostas.
C/ Palma, 76
- La Chula de Chamberí: tintos, blancos y dulces adornan las repisas de La Chula, que está decorada con muy buen gusto. Llevan poco en el mercado, pero han sabido hacerse un hueco y no solo por lo que ofrecen, sino por su simpatía y su trato. Nosotras nos decantamos por un espumoso de Moscatel acompañado de una cazuela de albóndigas guisadas.
C/ Fernando el Santo, 11
- Entrevinos: su carta de vinos está más que cuidada, con una gran variedad, tanto de la tierra como internacionales (tienen vinos de Sudáfrica, Austria…) e incluso vinos específicos para postres. Y lo mejor es que sus vinos sientan aún mejor cuando los acompañas con sus platos, como los chipirones a la plancha con cojondongo.
C/ Ferraz, 36
- Garcia de la Navarra: su bodega se adapta perfectamente a cada temporada, buscando siempre los mejores caldos, por lo que siempre está repleta de buenos sabores. Si acompañamos buen vino de buena cocina y buena compañía, el momento es aún mejor, pero es que el trato del servicio es tan bueno, que sólo por eso ya merece la pena regresar. El rabo de buey es perfecto para acompañar cualquiera de sus vinos. Nosotras lo acompañamos con un Oloroso seco Villapanes de Hidalgo, que a pesar de no ser el típico vino para acompañar una carne, nos sorprendió bastante el contraste.
C/ Montalbán, 3
- La posada del León de Oro: nos encantó descubrir esta “enotaberna”, porque su suelo es transparente y a través de él puedes ver su bodega (el suelo está “decorado” con cajas y botellas de vino), porque tienen alrededor de unos 300 tipos de vino y porque aquí pagas por descorchar la botella. Probamos . Además, tienen unas tostas y huevos rotos muy buenos.
C/ Cava Baja, 12
- Díaz y Larrouy: esta taberna es pequeña, pero muy grande al mismo tiempo. Por sus tostas, grandes y muy ricas (desde las más clásicas a otras más originales como la de paté de liebre trufada). Respecto al vino, saben lo que se hacen, variedad amplia y a buen precio. Además, suelen tener un vino del día más económico que el resto, pero no por ello menos bueno.
C/ Cava Baja, 4
Fuente fotografías: Google