Seguramente en los libros de historia que usabas en el instituto se explicaba cómo se creó el Congreso de los Diputados, sus funciones y cambios a lo largo de los años y su relevancia en la actualidad. También, se mencionarían –obviamente– nombres como el de Isabel II o el de Manuel Azaña. Pero… ¿a que no se daba ni un dato sobre el pasadizo secreto que conectaba el Congreso de los Diputados con el Ateneo de Madrid y que, durante años, usaron estos personajes?
La historia nos ayuda a entender realidades actuales y nos sirve como espejo social en el que mirarnos y así, con suerte, no tropezarnos con las mismas piedras que nuestros antepasados. Sin embargo, estudiarla a veces puede resultar árido o aburrido. O, al menos, si solo nos fijamos en los datos y omitimos las curiosidades.
Los fun facts, como los llaman en inglés, dan vidilla a la historia, la hacen más interesante y, por qué no reconocerlo, también más veraz. Nosotros creemos que son clave para entender en su totalidad un contexto o una situación y, por eso, nos encantan. Y como nos gusta tanto un buen salseo, en este artículo traemos uno de los más desconocidos de la historia madrileña: el pasadizo oculto que une el Ateneo de Madrid con el edifico de las Cortes.
Isabel II y el Congreso de los Diputados
La construcción del palacio del Congreso de los Diputados se la debemos a Isabel II. Ella fue la que lo mandó levantar y quien colocó la primera piedra en la Carrera de San Jerónimo el 10 de octubre de 1843, coincidiendo con su decimoctavo cumpleaños.
El arquitecto encargado de la obra fue Narciso Pascual y Colomer. Él diseñó el edificio, ubicado sobre el solar que ocupaba la antigua iglesia del Espíritu Santo, y también se encargó de la supervisión de las obras y de la selección de los artistas que participarían en ellas. El proyecto se terminó en 1850, siete años después de su inicio y, con distintas variaciones y reformas, mantiene su esencia a día de hoy.
El sótano del edificio contaba con depósitos de agua y conexiones con la red de saneamiento, además de un avanzado sistema de chimeneas, conductos y tomas de aire para aclimatar cada una de las salas –muy especialmente el Hemiciclo– en días de intenso calor o frío. Pero eso no es todo: en este mismo sótano también se encontraba un pasadizo de unos 100 metros de largo que conectaba la Cámara con el Ateneo de Madrid.
El pasadizo del Congreso de los Diputados que conecta con el Ateneo de Madrid
A este curioso y oculto pasillo se accedía a través de una puerta camuflada situada en el vestíbulo. Más concretamente, ubicada tras la escultura de la mismísima Isabel II, tallada en mármol de Carrara por el artista José Piquer.
La puerta daba a una escalera de caracol que, en su origen, comunicaba con dos túneles: uno que se dirigía hacia la Puerta del Sol y otro al Ateneo de Madrid. Una especie de línea de metro primigenia –y solo para viandantes– con paradas en Sol, Congreso de los Diputados y Ateneo de Madrid.
La pregunta es: ¿por qué querrían en pleno siglo XIX un pasadizo subterráneo que uniese todos estos lugares? La respuesta más certera es la que seguramente estés pensando: seguridad y protección. Las Cortes, por aquel entonces, eran un lugar convulso. En ellas se encontraban personas con ideas radicalmente diferentes que, en un mal día, podían enzarzarse en una fuerte discusión que acabara en disparos. Este pequeño pasadizo, por tanto, servía como escape para la Reina u otras personas de poder.
El otro motivo tiene ese componente de salseo histórico del que hablábamos al principio y que tanto nos fascina. Manuel Azaña, antes de ser presidente de la República, fue Ministro de Guerra entre 1931 y 1933. Una función que compaginaba con la presidencia del Ateneo Científico y Literario de Madrid. Se rumorea, a raíz de esta información, que este utilizaba el túnel subterráneo para poder desempeñar ambas actividades con facilidad.
Vamos, que el señor Azaña tenía una vía privada para acceder a sus dos trabajos. Un commuting de antaño de lo más curioso.
El Ateneo de Madrid en la actualidad
El Ateneo de Madrid, además de albergar muchas curiosidades como esta, es la institución cultural privada más importante de la historia española contemporánea.
Aunque su sede no siempre ha estado situada en el número 21 de la calle del Prado –y, por tanto, no siempre ha tenido conexión directa con el Congreso de los Diputados–, su objetivo se ha mantenido en el tiempo: fomentar el debate y la discusión abierta y sana y promover la cultura.
A lo largo de sus años, por sus instalaciones han pasado seis presidentes del Gobierno, todos los Premios Nobel patrios y los artistas más renombrados de la generación del 98, del 14 y del 27. Y, en su programación cultural, siempre ha habido un hueco para los eventos más relevantes o interesantes.
De hecho, en los últimos años, el Ateneo se ha convertido en una de las ubicaciones estrella de Candlelight Madrid y se ha llenado de velas para recibir los mejores conciertos en formato clásico de la ciudad.
Desde bandas sonoras e himnos de grupos como Queen o Coldplay a tributos al jazz o a obras clásicas, el Ateneo de Madrid es ahora también sede de la serie de conciertos a la luz de las velas que triunfa en todo el mundo.
Asistir a estos conciertos es, sin duda, una oportunidad única de visitar uno de los edificios con más historia de la capital. Eso sí, te tocará acceder por la puerta principal y no, como Azaña, desde el Congreso a través de un pasadizo secreto.