El último bastión de la cultura está enterrado en las entrañas de Madrid. Uno de los secretos mejor guardados de la capital es la cámara acorazada que protege un tesoro cultural insólito en el sótano del Instituto Cervantes. Pocas personas saben siquiera que existe, y son muchas menos las que se han adentrado en su interior.
La Caja de las Letras está sellada por un portón inexpugnable en forma circular. Sus paredes están cubiertas por 1.767 cofres cerrados con llave y repartidos en dos pisos. Dentro no hay lingotes de oro ni joyas preciosas: su contenido tiene un valor que nadie en este mundo podría pagar con dinero. Esta caja fuerte alberga los legados de grandes plumas, cineastas, actores y músicos.
Gabriel García Márquez, Luis García Berlanga, Ana María Matute, Nuria Espert, Miguel Hernández y otras mentes irrepetibles escondieron sus ideas y objetos personales en lo más profundo de la Caja de las Letras. No todos contaron lo que allí preservarían: en esta cueva intelectual también hay lugar para los secretos y las leyendas.
Cada depósito tiene una fecha de apertura elegida por sus legítimos dueños. Algunos legados verán la luz en pocos años, otros permanecerán ocultos bajo tierra más de un siglo. Tan solo el tiempo tiene la potestad de desenterrar estos tesoros y devolvérselos a las manos que los metieron en la Caja de las Letras.
Un antiguo banco reconvertido en refugio cultural
A principios del siglo XX el Banco Español del Río de la Plata presidía la calle Alcalá desde un edificio amurallado con columnas y vigilado por cuatro cariátides apostadas a ambos lados de la puerta principal.
Durante muchos años llegaron allí los giros postales enviados por los españoles emigrados a Argentina, pero en 2007 las letras desplazaron a las monedas: ese año el Instituto Cervantes tomó el banco como su sede madrileña.
En el sótano del nuevo Instituto aún habitaba la caja fuerte del banco, cuyos cubículos habían quedado huecos de fortuna y oro. ¿Qué podía guardarse en un almacén blindado como este? César Antonio Molina, director de la institución por aquel entonces, dio con la respuesta. La cámara acorazada sería la guarida de la riqueza cultural de España.
Allí se guardarían los retazos de cultura cedidos por todos los ganadores de un Premio Cervantes y por otras figuras importantes del universo de las artes y las ciencias seleccionadas por el Instiuto. Los donantes debían escoger un día para recuperar sus tesoros, que hasta ese momento quedarían intactos dentro de su depósito.
La Caja de las Letras es ahora una cápsula del tiempo congelada entre el pasado y el futuro donde la cultura siempre tendrá un hogar inquebrantable.
La pipa de Buero Vallejo y una carta de amor
Dentro de la cámara acorazada no hay otra cosa más que cajas metálicas de diferente color. Las plateadas son las que aún están vacías; las doradas custodian un legado cultural. Un grabado identifica al propietario e indica la fecha en que se abrirá la caja, dos cerraduras redondas aseguran que se cumplirá el plazo designado.
El primero en confiar sus bienes a la Caja de las Letras fue el escritor Francisco Ayala, que a la edad de 100 años dejó un secreto en la cámara 1032. No sabremos qué hay detrás de la portezuela hasta el año 2057.
Otro donantes sintieron menos reparo al hablar de sus legados. La bióloga molecular Margarita Salas cedió su primer cuaderno de protocolo, con sus anotaciones personales, que le fue devuelto cuando su cofre se abrió en 2018. La familia de Antonio Buero Vallejo guardó su pipa y John Elliot el reloj que se compró con lo ganado tras escribir su primer libro. Jorge Edwards legó una carta de amor nunca entregada, cuya destinataria se dará a conocer en 2035.
La agente literaria Carmen Balcells fue pionera en la apertura de cajas: en la suya había documentos y fotografías del «escritor maldito» Aliocha Coll. Toca esperar para que salgan a la superficie la máquina de escribir de Nicanor Parra, la partitura jamás interpretada de Luis de Pablo y las pertenencias que algún heredero de Víctor Ullate sacará de la cámara en junio de 2161.
Se rumorea que Berlanga encerró allí un guion inédito, pero no se sabe a ciencia cierta.
La Caja de las Letras es el banco temporal de maravillas de todo pelaje: manuscritos, joyas, libros, estatuillas y efectos personales. Lo que tienen en común las casillas doradas es que en todas reposa una historia singular.
García Márquez y Miguel Hernández: los legados In Memoriam
Entre los muros de la Caja de las Letras hay cubículos especiales para los donantes póstumos. En ellos se colocan los legados In Memoriam que allí dejan familiares y organizaciones cercanas a quienes se merecen un espacio propio en la guarida cultural.
La pipa de Buero Vallejo fue la herencia entregada por su esposa, Victoria Rodríguez, después de la muerte del dramaturgo. Gabriel García Márquez ocupa la caja número 1483, que jamás se abrirá. La Ministra de Cultura de Colombia dejó allí un poco de tierra de la casa natal del escritor en Aracataca sin designar una fecha de apertura.
Los otros legados In Memoriam que hay en la Caja son una primera edición del primer poemario de Miguel Hernández, unas postales manuscritas del cantor argentino Atahualpa Yupanqui y algunos dibujos de Alejandra Pizarnik.
Ningún empleado del Banco Español del Río de la Plata habría imaginado nunca que en la cámara acorazada del sótano se encerraría una fortuna de valor incalculable,respaldada además por el silencio de la ciudad de Madrid.
La Caja de las Letras es un juego cultural cuya única regla es respetar el paso del tiempo. Es, como la catalogó la poeta Elvira Sastre en su columna de El País, «un acto de justicia poética: un banco convertido en una cámara de secretos literarios».
Una visita a la Caja de las Letras
La Caja de las Letras, en su afán de salvaguardar los tesoros que acoge, no es tan fácil de visitar. Lo normal es que solo se abra para entregar o recoger un legado en actos oficiales a los que solo tienen acceso el personal del Instituto Cervantes y la prensa.
Pero es posible entrar si se sabe cuándo y cómo. La Semana de la Arquitectura, organizada por el COAM en otoño, suele ser el momento propicio, solo requiere inscribirse para la visita. En días festivos como el 12 de octubre también es posible colarse en la cámara secreta.
A veces se producen excepciones casi mágicas, como la exposición 1914-2014. MartaPCampos, que revive allí dentro las 2.793 palabras que han desaparecido del diccionario español en el último siglo. La muestra gratuita mantendrá la Caja de las Letras abierta al público hasta el 29 de septiembre de 2019.
Fotos: Ángel Biyanueba para Madrid Secreto