Cocina sencilla -que no simple- en un ambiente donde lo clásico se mezcla con el cosmopolitismo más vanguardista.
Quienes aseguran saber de lo que hablan –¿quién no padece esta epidemia hoy?– aún siguen peleando en torno a los beneficios y perjuicios de la dieta cruda. Robert Ross, por ejemplo, responsable de la web RawFoodLife.com, defiende que someter los alimentos a altas temperaturas no solo destruye sus cualidades naturales sino que además produce toxinas con las que no contábamos en la cazuela.
Personalidades del mundo de la farándula y demás individuos con suficiente presencia en televisión como para poner algo de moda, y con suficientes ceros en la cuenta como para pagar a un señor que le haga la comida, se han declarado seguidores de este movimiento de premisas simples: cocinar sin calor. Demi Moore, Sting, Venus Williams y Woody Harrelson son algunos de ellos.
Sin embargo, hay quien, como el investigador Richard Wrangham, autor del libro Catching Fire: How cooking made us human, asegura que los seres humanos no pueden vivir a base de comida cruda por habernos adaptado a una dieta de «alta calidad» en comparación con otras especies, lo que incluye sin duda el empleo del fuego.
Dicho esto y una vez sembrado el debate, para no mojarnos en temas que se nos escapan nosotros solo diremos que Cannibal Raw Bar es uno de esos sitios de Madrid que hay que probar y donde además una parte mayoritaria de los platos de la carta se sirven crudos o semicrudos.
El local se encuentra donde en su día estuvo el clásico Café Oliver, del que han conservado la carpintería azul aunque por dentro ha sido renovado, creando un ambiente único de sofisticada informalidad.
Sus responsables, gallegos, abrieron su primer local en el centro de A Coruña y en abril del 2016 se lanzaron con este nuevo proyecto en la céntrica calle Almirante con la calidad de sus productos como el mayor de los imprescindibles. Una cocina, como ellos mismos la definen, «sin artificios» en la que se busca «la simplicidad del mejor producto».
Nosotros empezamos con sus alcachofas a la plancha, la única delicia de la comida que estuvo cocinándose al fuego más tiempo del que los gurús de raw food demandan, y unas anchoas del Cantábrico doble cero. También probamos su steak tartare, su ceviche de corvina salvaje, el tartar de atún picante y el carpaccio de pez mantequilla. De su sección de carnes cocinadas probamos la picaña de black angus en su jugo con puré de boniato, que casi podía cortarse con mirarla.
Además, el local cuenta con una sorprendente planta baja a modo de bar clandestino que abre las noches de jueves a sábado y donde se hacen sesiones de música en directo y DJs con un amplísima variedad de bebidas y cócteles.
Dónde: C/ Almirante, 12.
Cuánto: 30-35 euros.