Hay un lugar en Madrid en el que dos mundos colisionan. Por un lado, la ciudad más consumidora, frenética, el centro neurálgico de las compras y los negocios en cadena. Por otro lado, la calma, la artesanía, la memoria, el oficio de costurera. Se trata de Carmen17, el “estudio de diseño con taller”, como se definen, del número 17 de la calle del Carmen. Un bastión desde el que se defiende lo artesano, los saberes populares de la costura y donde el chulapo contemporáneo viene a vestirse.
Sofía Nieto y Arancha Rodrigálvarez son Carmen17, un nombre sin trampantojos que ubica a este taller en el epicentro del furor comercial madrileño. Desde ahí, arrojan una reflexión: “Los comercios particulares de la zona que podrían generar algo de vecindad y de economía local están desapareciendo. Esa pérdida nos apela y hace que nos interesemos todavía más por hundirnos en las raíces. Por reflexionar sobre lo que va a pasar cuando el valor intangible de Madrid haya desaparecido”, comenta Sofía.
Los trajes de chulapa, chulapo o chulape, son una muestra de esta declaración de intenciones. “Lo castizo no puede reducirse a un imán de una tienda de suvenires: lo castizo tiene que estar vivo y la costura es muy castiza también. Madrid nos inspira y nos ofrece mucho sobre este estilo de vida en forma de mercerías, sombrererías… Lo que pretendemos con los trajes de chulapo es mirar hacia ese Madrid, expresarlo a través del traje regional”, continúa Nieto.
Chulapos del siglo XXI
Como comentaba Elena Francés, nuestra compañera experta en tendencias, el traje chulapo surge entre la clase obrera y de un afán por diferenciarse de los franceses. Nace de las trabajadoras y vecinas del barrio Maravillas como una forma de expresión y para diferenciarse de la ‘clase alta’.
“A nosotras nos gusta imaginar al chulapo de hoy muy diverso y muy implicado en lo vecinal. O sea, tu vecino: el chulapo es tu vecino. El que va a la Pradera de San Isidro y se lleva la merienda”, comenta Arancha en otra de esas reflexiones del equipo de Carmen17 que muestra cómo en su taller, lo social, lo reivindicativo, va cosido a puntadas en cada prenda.
Por eso, como en una comunidad de vecinas, una vez que el cliente contacta con el taller para pedir un traje de chulapo, se le toman las medidas y se habla, se conversa para conocer bien el carácter y las necesidades de ese futuro chulapo. A partir de ahí, un paseo por el barrio en busca de más vecinos: “vamos a Pontejos para las cintas y pasamanerías; a Tejidos del Centro para las tarlatanas, las entretelas…. Si hay bordados, nos acercamos hasta la calle Fomento o a Suchil”.
De hecho, puede que te suenen unos chalecos muy modernos, bordados con mensajes como “Yo soy esa” o “Enhebra prenda”. Son, obviamente, de Carmen17: “el hecho de guardar las espaldas de los chalecos con emblemas es también por ese objetivo que tenemos de recuperar lo castizo con mucho carácter”.
En su reinterpretación, Carmen17 acoge todas las realidades: “no queremos que este traje se quede en algo antropológico, como un disfraz historicista: tiene que evolucionar en el tiempo y, hoy en día, sean del género que sean, queremos invitar a todas las personas a participar en la verbena, en los encuentros sin consumir, en lugares donde compartir la vida”.
El folclore y lo tradicional como punto de encuentro actual, una vuelta de tuerca que Arancha explica de la siguiente manera: “aquí, venga quien venga, se le va a hacer un traje acorde a sus inquietudes, sus gustos, sus experiencias, su corporalidad… esto fomenta mucho la diversidad”. En Carmen17 esto se lleva también al cuerpo, a los cuerpos, delgados, gordos, sean como sean: “Aquí podemos hacer la ropa para todos los tamaños de cuerpos y de la misma manera para unos que para otros. Y esto es muy disidente, hasta subversivo”, comentan sobre su trabajo.
El traje regional en el punto de mira
Este afán por recuperar y actualizar el traje de chulapo se extiende también a otras vestimentas: “nuestro proyecto está lleno de raíces, de colaboraciones, de trajes regionales”, sentencian.
Por ejemplo, los refajos de manchega de Eustaquio Rosa (un artesano textil de Albacete) los han implementado en sastrería para su nueva colección, una que está a punto de salir del horno y que ya vistió al cantaor Israel Fernández para un reportaje. “Por ejemplo, conocimos a la última gorrera de Montehermoso (Cáceres), que además planta su propio centeno, lo trenza, se encarga de las pasamanerías… y vamos a colaborar con ella”.
El taller de Carmen17 inicia una conversación con las raíces, cuentan historias a través de sus prendas y ayudan a la conservación de estos oficios sacándolos del traje regional: “rescatar de alguna manera esta forma de vivir, que no está globalizada, que está más pegada a los territorios y que nos enseña cómo relacionarlos con los entornos”, comenta Sofía.
La ruta de la costura del Madrid de siempre
“Que nosotras estemos aquí cosiendo es porque tenemos la mirada puesta en lo tradicional y artesano de ese Madrid vecinal”. Prueba de esta expresión tan contundente es que Arancha y Sofía han entretejido, casi sin darse cuenta, un mapa de Madrid muy peculiar lleno de bordadoras, plisadoras, tintoreras… de oficios.
Por ejemplo, para los tintes, acuden a la plaza de San Ildefonso; en la calle Fomento, se encuentran con diferentes bordadoras; Pontejos (centenaria mercería de la calle del Correo) es uno de sus imprescindibles.
Tanto la calle Toledo como Imperial son para este par de costureras un epicentro de creatividad: trabajan con sombrereros como Medrano, con tejidos en Bober y Casa Silverio, con Casa Hernanz (alpargatería que suele complementar el calzado de las sesiones de foto de Carmen17), Calzados Lobo y Carballo…
Pero también con la tienda de bellas artes Artesanía Chopo (en La Latina), encargada de las tarjetas de visita y los sellos de la casa; la Cerería Ortega, que llena de velas las estancias de Carmen17; o La Mallorquina, en la que compran las violetas que ofrecen a todos aquellos que visitan el taller.
“Cuando observamos que todo esto está desapareciendo pensamos que tiene que ser posible de alguna manera que esta vida resista para mantener la riqueza cultural de cada ciudadano”, comenta Sofía.
Y esto es, en esencia, el corazón de Carmen17. Puro afán por conservar saberes ancestrales que son capaces de diseñar, de tejer nuestra cultura; la constatación de que las costureras, que tan silenciosamente han custodiado trucos, detalles, ingenios y creatividades, son parte inherente de esa cultura.