Tú también puedes compartir tus textos sobre vivencias durante el confinamiento en Madrid a través de madrid@secretmedianetwork.com. Queremos conocer vuestras historias. Las mejores las publicaremos en Madrid Secreto.
Hace dos semanas publicamos la carta de Luis Carlos Pariente y la semana pasada este poema de Victoria Luz G. Perrino. Esta semana, tras recibir una cantidad ingente de cartas y declaraciones de amor a nuestra ciudad, publicamos esta carta de Eduardo Mateo (@eduardomateog).
Me da pena pensar la de veces que deseé tenerte solo para mí, quitarte los coches de encima y sacarte de dentro el estruendo al que das cobijo, para que así, por una vez, pudieses escuchar los pájaros, y yo contigo. Soñaba poder sentarnos en el metro sin importar la hora, y leer o escuchar música tranquilos hasta llegar a nuestro destino. Deseaba que los dos pudiésemos encontrar sin problema un hueco en el césped de Debod desde el que ver el cielo arrebolarse, y allí, me explicases por fin de dónde sacas ese azul que roba miles de fotos y sonrisas cada primavera. Quería una noche contigo por la Gran vía, solos tú y yo. Que bajásemos por Barco hasta San Ildefonso y subiésemos por Corredera hasta la Luna, con la otra, la de verdad, como único testigo. Pensaba en caminar parándonos a admirar cada cornisa de tus majestuosos edificios y callejeando, llegar a la plaza Mayor, o a Cibeles, o allí donde tú me quisieras llevar. Quería que se nos hiciese de día y sentados en una terracita al sol de la Latina, me contases cómo era todo cuando llegaron mis abuelos. Y ahora, que tengo la fea suerte de poder recorrerte vacía, me doy cuenta de que te sientes sola sin nosotros. Que el sonido los pájaros no es más que el eco de tu soledad. Que todos los que te habitamos, vengamos de cerca o de lejos, somos la sangre que corre por tus venas, porque tú, más tarde o más temprano, siempre abrazas al que llega como al primero de tus hijos. Que el metro, sin miradas furtivas y amores a primera vista, no es más que un tren a ninguna parte. Que es verdad que tu alma se alimenta de tus parques y tus plazas, pero sólo cuando están llenos. Que tus domingos soleados se hicieron para los que madrugan para ir a comprar el periódico, pero también para los que todavía no se han acostado, porque siempre supiste cuidar a las manadas de gatos que te rejuvenecen cada noche. Y ahora veo más que nunca, que tu Gran vía está hecha para albergar una gran vida, esa que todos y cada uno de los que te pisamos esperamos tener dentro de ti. Por eso quiero decirte que no te preocupes, que no te desearé para mi solo nunca más, y que muchos, aunque no todos, volveremos a darte esa vida y ese castigo que te hacen ser lo que eres. Y es que aunque: “Madrid nos mata” todos te queremos a nuestra manera, porque como dijo aquel, “hay amores que matan y amores que matan nunca mueren” .
Foto de portada: Vlad Teodor / Shutterstock.com