
Pareciera que Alberto Cañizares, fotógrafo diletante y cofundador de Contado Pierde –proyecto social articulado en torno a la fotografía–, tiene una especie de horror vacui. Su puesto en el Mercado de San Fernando –compartido con otros dos vendedores– es un perfecto jenga en el que no caben más proyectos u objetos: cámaras analógicas que puedes arrendar a cambio de nada, fanzines que deja la gente, una máquina para coger carretes con un gancho a cambio de 1€, pendientes con el logo de Fujifilm… y todo ello bendecido por San Trapacio, la santidad venerada por Cañizares.
Este presunto horror vacui es consecuencia de una imaginación incontenida e incontenible. De camino al laboratorio en el que revela sus fotos y las de sus clientes –aunque a él no le gusta llamarlos así–, se para en seco, le da un abrazo a un chico y al despedirse nos dice que será el campeón de breakdance en las próximas Olimpiadas. Luego añade que empezó a grabar un documental en el que contaba su historia y se lamenta porque dice que lo tiene que retomar.
¿Qué es Contado Pierde?
En la definición de Contado Pierde (detrás de cuyo proyecto también está el fotógrafo Luis Hidalgo desde Bélgica) Cañizares insiste en un término: “social”. Y tiene claro cómo explicar el proyecto para contárselo a un visitante primerizo. El primero de los ejes es el reciclaje de los carretes. Compran película a granel, la bobinan, la cargan en carretes y los venden más baratos de lo que se puede comprar en cualquier otra tienda.
Cañizares incide en otro eje que es la democratización del acceso al revelado: “enseñamos el proceso para que la gente aprenda a hacérselo y no dependa tanto de nosotros”. La idea podría evocar a un restaurante que junto al plato te da la receta, pero ya hemos dicho que Cañizares no llama clientes a quienes visitan su puesto en el mercado. Cañizares añade: “Invitamos a la gente a que venga al laboratorio para que la foto analógica sea más autosuficiente, más de barrio y menos elitista”.
Continúa con la definición de Contado Pierde y menciona las Ecocam, que es su proyecto personal, aunque eso lo dice mucho más adelante. Las Ecocam son unas cámaras fabricadas con material reciclado y su presencia en el mercado no es solo la transacción. Aquí también prima aquello de la caña por delante de lo del pez: “damos talleres de cómo fabricarlas y de cómo revelar”.
Otra de las partes que vertebran el proyecto son las cámaras con derecho a roce: “así las llamamos, no están en venta”. Son cámaras –réflex, telemétricas o las que les van donando– que prestan de forma gratuita a cambio de que les dejes sus datos. ¿El propósito? Que la gente empiece en el analógico sin que se deje dinero. “Tenemos diez cámaras rulando ahora mismo”, dice Cañizares.
El laboratorio de Contado Pierde
La ubicación del laboratorio tiene mucho de simbólico y otro poco de poético. Marcia, dueña del videoclub Ficciones, da la bienvenida a quien entra y al fondo a la izquierda tras dos gruesas cortinas negras –donde podría haber una Sala Equis, bromea Cañizares– se ubica un laboratorio.
O más bien: el laboratorio. Entre pósters enrollados y DVD’s apilados en se concreta la idea a priorística de laboratorio. Luces rojas, cubetas, botellas que parecen destilados artesanales, anotaciones en las puertas de los armarios, máquinas de otro siglo y Alberto Cañizares explicando el funcionamiento de cada una de ellas.
Es precisamente en el laboratorio donde se gesta un servicio que ofrece Contado Pierde y que ningún otro laboratorio lleva a cabo. Cañizares convierte sus negativos al papel manualmente: “Nadie positiva las fotos y nosotros positivamos color a mano, que es algo que no hace casi nadie”.
El positivado de las fotos, no en vano, está integrado entre los diez mandamientos en el que está trabajando. El imperativo es claro –y la ironía también–: “positivarás las fotos”, dice Cañizares como si estuviera esculpido en piedra y no leído desde su Whatsapp. Sus mandamientos son de nicho, autoparódicos y deliberadamente ofensivos: “No codiciarás la fama en Instagram” o “No copiarás fotos ajenas, puto estafador sin talento” son dos mandamientos más que en un futuro no muy lejano pasarán a formar parte de una camiseta.
Volviendo al tema del positivado, Cañizares termina diciendo que “el 0,0005% de la gente que viene quiere el positivado: lo que te dice que no interesa el analógico sino el revelado virtual y digital”
Fotografiado gana
Instagram, claro, da buena cuenta del boom analógico: “es por moda, pero creo que esa moda hace que la gente vaya más a lo profundo”. Como una especie de embudo de conversión: cuanta más gente se interese en la superficialidad de la foto analógica, más gente se interesará en la profundidad de la misma. Cañizares traza también una especie de origen “tener un teléfono con cámara lleva a que la gente se aficione a la foto en general”.
La fundación de Contado Pierde hace dos años no responde a esta moda. Contado Pierde nació antes de la pandemia como podría haber nacido en Inglaterra en los 80’ –Cañizares lo cita para referirse a los laboratorios colectivos de entonces y de ahí.
Al preguntarle por el origen del nombre, Cañizares cuenta que Contado Pierde era el nombre de un fanzine que hicieron Luis Hidalgo, Alberto Omiste y los alumnos de un laboratorio social ubicado en el centro Juvenil de Hontalbilla (en el barrio Fuencarral). Alberto Omiste habla al respecto del laboratorio social: «era un proyecto desde los propios usuarios del espacio juvenil para y por los usuarios, la mayoría en alto riesgo de exclusión social». El trabajo que se hizo en el laboratorio culminó, por otro lado, en distintas exposiciones en centros como el Espacio Montamarta de San Blas o la galería Despliegue de Lavapiés.
El fanzine que nunca llegó a existir por falta de financiación, pero culminó en cuenta de Instagram y posteriormente en tienda que reunía distintos proyectos. El propio nombre, por cierto, alude a un sketch de Javier Cansado y también a la frase hecha, que en el caso de un laboratorio fotográfico tiene más sentido si cabe. El reciclaje (de ideas o bautizos en este caso) resume parcialmente lo que es Contado Pierde: un proyecto social, hiperlocal, artístico, divulgativo, comprometido y –puede decirse sin incurrir en el clásico lugar común– necesario.
Nota: la versión original de este artículo no contaba con el testimonio de Alberto Omiste, uno de los fundadores de Contado Pierde.