Como casi todas las modas, la de revelar fotos analógicas nace con cierto aire subversivo: en este caso hacia lo inmediato. Como explica Cristóbal Benavente, cofundador de Sales de Plata (calle Lope de Vega, 15): «hace diez años nuestro público era gente mayor, en general nostálgicos de la fotografía analógica, pero desde hace un par de años para acá son gente joven que se ha criado ya con cámaras digitales y móviles.»
Solo hace falta darse un paseo por Instagram para ver que hasta supermodelos con 75 millones de seguidores como Gigi Hadid tiene una cuenta alternativa dedicada en exclusiva a las fotos analógicas que hace. Mientras en TikTok se viralizan los videos en los que se comparan el mismo sitio fotografiado con analógica y digital, y así ha conseguido revivir un negocio que hace diez años parecía subsistir solo para un pequeño nicho. En Interphoto (calle de Cartagena, 158), un laboratorio fotográfico que lleva 38 años instalados en el barrio de Prosperidad, lo explican así: «hemos visto un resurgir de la fotografía analógica, ya que los últimos años nuestro sector pasaba por momentos muy angustiosos heredados de la última crisis del 2008. También ha vuelto a dispararse mucha película en el campo de la moda y fotografía de autor.»
¿Pero qué es lo que ha atraído de nuevo a la gente a hacer fotos sin ver el resultado? De alguna manera podría compararse con la vuelta del vinilo, con esa mezcla de lo romántico, lo alternativo y la búsqueda de una calidad perdida. Pero a la fotografía analógica se le suman la parte de experimentación, e incluso la búsqueda de hacer algo manual.
Cómo iniciarse en la fotografía
Aunque los nuevos interesados en este arte suelen distinguirse en dos grupos: «está la gente que quiere una cámara compacta para hacer fotos bonitas y luego verlas en formato digital, y la gente que busca aprender, qué por lo general prefieren empezar con una réflex» explica Cristóbal Benavente de Sales de Plata. En el primer caso, podríamos asegurar que atiende a la moda derivada de las redes sociales, pero también está la parte del hobby, la parte más social. Este es un factor principal para espacios como Contado Pierde (calle del Carnero, 15), donde reciclan carretes, e intentan hacerlo más accesible reduciendo costes, hacen talleres para fabricar EcoCam —cámaras hechas de materiales sostenibles— y positivan a mano. Lab 35 (calle de Manuela Malasaña, 35) es también uno de los pocos laboratorios donde se mantienen los procesos químicos de revelado y copiado manual.
Con un 35% de clientes novatos, según Interphoto, guiar a estos nuevos aficionados es fundamental, y casi algo obligado por la cantidad de tecnicismos que requiere iniciarse en la fotografía. Así que es habitual tener que hacer cola en tiendas como La Peliculera (calle de Argensola, 2) por la cantidad de interesados en cámaras, especialmente las de segunda mano, tipos de carrete y diferentes formatos con los que se puede crear. Por eso tanto aquí como en Sales de Plata, tienen cursos para aquellos que quieren profundizar –incluso reparan cámaras rotas.
En el siguiente paso, en el de la experimentación, hay laboratorios como 1826 Film Lab (calle el Escorial, 14) , en Malasaña, que trabajan diferentes resultados como cruzados, diapositivas en blanco y negro o hacer modificaciones de los procesos de color, entre otros.
Así, con este resurgimiento de lo analógico que convive y se adapta a lo digital, se perpetúan tiendas tan míticas como Fotocasión (calle de la Ribera de Curtidores, 22), en El Rastro. Y a la vez surgen proyectos como Contado Pierde, que no atienden a mandamientos de la actualidad, sino a los suyos propios, y que reflejan uno de los grandes atractivos de la fotografía: la falta de normas.