Hay pocas frases tan definitivas como el «antes, todo esto era campo». Pero la imagen de la gran ciudad fagocitando todo a su alrededor tiene por suerte poco que ver con la historia del parque del Retiro. Hoy, la zona verde supone un remanso de paz libre (en la medida de los posible) de contaminación, ganado al tráfico desde hace no tanto tiempo como puede parecer.
Hubo un tiempo en que cruzar el Retiro en coche para ir de Alcalá a Atocha era tan normal como usar la Gran Vía para ir de Cibeles a Plaza de España. El paseo de Fernán Núñez, también llamado en su tramo más popular Paseo de Coches -no hubo mucho brainstorming para elegir el nombre-, era y es la principal arteria del parque. No hay que ser ingeniero de caminos para darse cuenta de que este enorme paseo, donde hoy se celebra la Feria del Libro, estuvo en su día enfocado a un tránsito algo más pesado que el de los patines y las bicicletas.
Manuel Falcó, duque consorte de Fernán Núñez, bautizó oficialmente el paseo, que para eso puso el parné. Bueno, más o menos. El aristócrata, que fue nombrado comisario del parque, tuvo a bien desembolsar 55.ooo pesetas al Ayuntamiento, que corrió con la otra mitad de los costes. Una inversión que le retornaría en forma de las 2,50 pesetas que se cobraba a cada coche o caballo que quería cruzar el parque. ¿A alguien le resulta familiar esto? Ahí va una pista, águilas. Empieza «a» y acaba por «utopista».
La curiosa forma en «L» que permite al Paseo de Coches atravesar el parque de norte a sur y de este a sudoeste se debe a la idea con que la avenida fue concebida: unir la antigua carretera de Aragón (hoy calle de Alcalá) con la zona de Atocha, facilitando así por razones obvias el tráfico.
Allí fue donde se empezó a fraguar la leyenda motociclista de Ángel Nieto, que no era el único que disfrutaba de las carreras.
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En los 70 empezó a calar cada vez más la concepción del Retiro como zona verde, donde los niños podían campar a sus anchas, en detrimento de la visión del parque como zona de tránsito de vehículos. Tal es así que el 14 de febrero de 1971 podía leerse en el diario ABC: «Ensayo en el Retiro. Este aviso a los veloces ha sido instalado en el madrileño parque del Retiro. Mediante un sistema casi infalible de radar pueden ser denunciados los conductores que circulen a más de 40 kilómetros por hora. El fantasma de la multa se cierne sobre El Retiro. Bien está que en lugares tan frecuentados por los niños se haga cumplir a rajatabla la limitación de velocidad».
No fue hasta el 1980 cuando se prohibió la circulación de vehículos por el parque, con la correspondiente polémica que levantó la noticia en la opinión pública. Polémica no mayor que la creada por Ana Botella cuando anunció que el Ayuntamiento estudiaba cerrar al tráfico las zonas de Sol y Palacio, o por Manuela Carmena y su anuncio de peatonalización de la Gran Vía. Cada domingo y festivo alrededor de 11.000 vehículos entraban al parque y prohibir esto generó la idea compartida de un caos vial difícil de solventar.