La pandemia ha traído consigo un goteo incesante de malas noticias a las que casi podríamos pensar que nos hemos acostumbrado después de más de un año. Quizá por eso, cuando entre todas ellas aparece una buena que habla de solidaridad, de tejer redes con los demás, de apoyarse unos a otros y, en definitiva, de humanidad, se tiene la certeza, en estos tiempos de incertidumbre, de haber dado con algo muy especial. Es el caso de esta historia del bar Docamar, contada por Peio H. Riaño en elDiario.es.
Desde hace más de 50 años este bar ocupa un lugar en la calle Alcalá 337, en una plaza «que es como la plaza del pueblo«, en palabras de Raúl Cabrera, la persona al frente del negocio que elabora las mejores patatas bravas de Madrid. Con la llegada de la pandemia y la declaración del estado de alarma, se vieron obligados a cerrar.
Estando ya confinados en casa, ese goteo incesante de malas noticias del que hablábamos al principio no dejó indiferente a Raúl ni a los trabajadores del bar que se unieron a él como voluntarios: «Veíamos en las noticias que había familias que no tenían para comer, que había una necesidad, y nos sentíamos impotentes en casa sin poder hacer nada. Vimos que podíamos ayudar, así que ¿por qué no aportar algo? Es una forma de devolver al barrio lo que nos ha dado», cuenta al otro lado del teléfono.
Después de ponerse en contacto con la asociación de vecinos de Quintana y con el Ayuntamiento, que en aquellos meses estaba desbordado, y después también de superar algunas trabas administrativas, Cabrera cuenta que consiguieron coordinarse: el consistorio les facilitó una lista con 70 personas para las que cocinaron gratis y a las que les hicieron llegar desayunos, comidas y cenas en su furgoneta de reparto durante lo más crudo de la primera ola.
Preguntado por cómo fue trabajar en esas circunstancias, Raúl relata que fue duro: «Algunos de los trabajadores que querían ayudar finalmente no pudieron unirse, porque al vivir con personas mayores o de riesgo tenían miedo; la posibilidad de contagio estaba muy presente. Mi mujer también estaba preocupada por si me pasaba algo. En esos meses salir a sacar la basura era casi un acto de heroicidad«.
Aunque en su día los vecinos del barrio ya expresaron su gratitud a Raúl y al resto de trabajadores por la labor que desempeñaron de forma desinteresada, la publicación del reportaje en elDiario.es ha multiplicado las muestras de afecto y cariño en las redes sociales: lectores, vecinos e incluso personajes de la esfera pública han llenado Twitter de mensajes de apoyo en los que invitan a todo el mundo a visitar este bar de barrio para devolverles, como hicieron ellos en su día, todo lo que les han dado.
Restaurante Docamar, calle Alcalá 337. En cuanto vuelva a Madrid, me paso a tomarme una de bravas https://t.co/Mth4WYicJ0
— Goyo Jiménez (@Goyojimenez) August 22, 2021
Los trabajadores del Docamar son aún mejores que sus bravas. Tesoros que tenemos en el barrio. Orgullo de vecinos. https://t.co/VAMyKjvyPc
— María Canet (@mariafcanet) August 23, 2021
joe es que el doca me hace sentir super orgullosa de verdad, es de las pocas cosas que quedan de cuando éramos pequeñas y ver cómo ha ido creciendo y sigue haciendo cosas por el barrio es 😖💔 https://t.co/Cb6TN4LdWK
— estherdefresa (@estherdefresa) August 23, 2021
Esta reacción ha emocionado a Raúl, que no se esperaba la avalancha de mensajes que están recibiendo: «Estoy abrumado, la verdad. La gente lo ha valorado y lo está valorando mucho, estamos recibiendo mucho cariño».
Mientras terminan de asimilar todo el cariño recibido, Raúl cuenta a Madrid Secreto que ya están trabajando en otra iniciativa con la asociación de vecinos y la Junta de Ciudad Lineal para contribuir a que todos los niños del barrio puedan tener acceso a actividades extraescolares. Y es que la solidaridad es marca de la casa desde antes de la pandemia, y lo seguirá siendo después: «Participamos activamente en la vida del barrio y en actividades solidarias. Tenemos mucho que dar en los momentos duros por nuestros clientes, que son ante todo nuestros vecinos«.