Era un nublado lunes en Madrid y mi compañero y yo buscábamos un buen lugar para comer en Chamberí cuando nos encontramos con un colorido local llamado El Columpio Restobar. Nosotros pensamos, ¿es un restaurante? ¿Es un bar? ¡No! Se trataba de un restobar en el que se podía comer lo mejor de un buen restaurante con el ambiente distendido de un bar. ¿Quieres saber qué nos pareció este local de la calle Caracas número 10?
Nada más entrar nos gustó un punto original del local y es que estaba dividido en tres espacios: una entrada de aspecto rústico, un salón más amplio con techos altos y luces de diferentes colores y por último, una zona chill-out, con referencias playeras que hacían que fuera la mejor zona para disfrutar de una copa. Sin duda, era el típico local modernete que te encuentras en Malasaña.
Nos comentaron que el restobar era una creación de Esteban Arnaiz, responsable de Le Coco, que quería hacer una versión más asequible que el anterior y a juzgar por la cantidad de gente en el local, parece que ha sido un acierto.
Antes de traernos los platos, tuvieron el detalle de ofrecernos un cubo de mantequilla francesa. Sí, un cubo, literalmente. Nos inquietó porque no sabíamos si estábamos en el País Vasco o nos habían confundido por dos Obélix famélicos. Reconozco que cuando probé la mantequilla me dieron ganas de saltarme las normas cívicas y meter la cabeza en el cubo, pero por suerte me contuve.
Os recomendamos que pidáis varias cosas para compartir, ya que así podréis probar más cosas de la carta. Nosotros, siguiendo las recomendaciones de su simpática camarera, apostamos por empezar con unos tacos de ternera, que tenían un toque picantón muy bueno gracias a la salsa Chipotle.
El pulpo braseado con patata confitada y aceituna negra es una opción muy buena para compartir. Nosotros no llegamos a pedir los duplings de langostinos porque queríamos llegar con un hueco VIP para el postre, pero nos dijeron que era de lo mejor de la carta. La próxima vez caerán sin duda.
Como teníamos serias dudas sobre decantarnos por la carne o el pescado apostamos por pedir un tartar de atún rojo con aguacate y un sandwich taiwanés. El tartar de atún estaba muy bueno, aunque quizá la relación del tamaño y el precio no era la más correcta.
Con el sandwich taiwanés llegó nuestro plato favorito de todo lo que habíamos probado. Eran pequeños bocadillos rellenos de carne de pato con una salsa espectacular.
Llega el momento postre y nos dejamos llevar por la carrot cake y un postre que estaba fuera de carta, la crema de queso, la cual no me esperaba que fuera a venir presentada en una copa, que me hacía dudar si me estaba tomando un Daiquiri o una crema. La carrot cake estaba muy buena, aunque la crema de queso tenía serios problemas de identidad porque estaba a caballo entre la tarta de queso y un batido de fresa. No estaba mal, pero la verdad que hubiera preferido algo más de queso y un poco menos de fresa.
Nos comentaron que también organizan cenas de navidad y que a diferencia de otros locales, ellos personalizan la carta al gusto del comensal. Así que madrileños indecisos, tomad nota porque aquí tenéis una buena sugerencia para añadir a la lista de “restaurantes donde cenar en Navidad y no morir en el intento”.