El plan es que no hay plan. La entropía y la ausencia de perspectiva de largo plazo es esencia y posible causa del éxito del que goza Fábrica de texturas. Mientras no se tome una decisión, presenta como dogma la película Las posibles vidas de Mr Nobody, cualquier decisión es posible. La decisión de la Fábrica de texturas ( Calle de Meléndez Valdés, 34) es divulgar sobre serigrafía y estampado, pero casi como una extensión de su nombre hay tantas texturas como formas de divulgar.
Patricia Illera, encargada de redes sociales y de la tienda online, dice que está siguiendo el envío de un paquete a Madagascar. Y se me ocurren pocos símbolos de éxito más esclarecedores que vender tu producto en Madagascar. El producto en cuestión es un kit de hazlo-tú-mismo, un maletín de cartón con elementos que permiten desarrollar lo que promete el rotulo de la caja: el de cianotipia (impresión con luz solar) es el kit más vendido, pero también hay otros como el de encuadernación japonesa o el de marmolado.
“La tienda online es lo que más funciona”, dice Xavier Robledo, el co-creador de la fábrica e Illera pone ese dato en contexto y le da forma: “las ventas internacionales se han triplicado”. Independientemente de la anécdota de Madagascar, Estados Unidos o Francia son los países desde lo que más kits se compran. “Nos conocen a través de Etsy, donde tenemos muy buenas reviews”, dice Patricia.
El recorrido hasta llegar a Estados Unidos bien se puede decir que ha sido completamente orgánico. El éxito de Fábrica de texturas está reforzado por su Instagram y por el tiempo libre durante el confinamiento. “Siempre hemos odiado el concepto manualidad y le dimos una vuelta: enseñamos a la gente a estampar con una patata y se hizo bastante viral. Luego empezamos a enviar y ya fue una locura”, dice Gabriela Rodríguez, co-creadora de la fábrica.
Una fábrica, un laboratorio y una escuela
Una pata del trabajo de la Fábrica de texturas bien justificaría un caprichoso cambio de nombre. La sustitución del término Fábrica por el de Laboratorio: “hace tiempo colaboramos con Loewe. Nos dijeron: a ver cómo podéis estampar esta tela con esto y probamos qué tal sale. Les hacemos muestrarios”, dice Gabriela y añade que “nosotras nos dedicamos a investigar. Ahora estamos con el teñido y vemos como la gente puede teñir en casa de forma muy sencilla”.
Aunque otra palabra que también encaja es Escuela. Xavier Robledo habla de su trabajo y lo define: ellos son divulgadores y aspiran a hacer de las técnicas de impresión y de serigrafía una actividad doméstica y accesible. Parte de su misión es “acercárselo a la gente que lo puede hacer en su tiempo libre para que lo pueda combinar con otras cosas que hace”. Para ello ofrecen cursos y talleres de distintos temas y duración (desde los que duran un fin de semana y cuestan entre 45 y 80€ a los que duran tres meses y cuestan alrededor de 250€). El que más éxito tiene es el de serigrafía y lo hacen todos los meses para ocho o diez personas.
“Nos va mejor que antes de la pandemia” dice Gabriela, “antes no nos iba mal, pero los eventos han bajado y ahora están volviendo a otro ritmo”. La situación derivó, como indicábamos antes, en una multiplicación por tres de las ventas. La forma de llegar a esa situación es tan clara como inimitable. El truco es que no hay truco porque el plan es que no hay plan.