Hace un par de semanas aterrizaba un nuevo local en el número 13 de la calle Zurbano, Gamchulo, y nosotros como buenos bloggers que somos concienciados con la causa gastronómica, decidimos ir a probar el restaurante para emitir el siguiente veredicto:
Nada más entrar, agradecimos que fuera un local “normal”, es decir, un lugar que no se ha sumado a la fiebre de “gastrobar malasañero”, que se ha contagiado por todo Madrid. La decoración era simple, bonita y elegante, muy alejada de los que por usar planchas como mesas y taburetes del colegio duplican mágicamente todos los precios de la carta. Además, mi compañera y yo tuvimos la suerte de estar en un pequeño espacio al margen, bastante cómodo y agradable.
Como dijo Jack el destripador, vayamos por partes: empezaremos por la tapa que nos pusieron con la bebida, unas patatas ali-oli a las que mi compañera, fanática declarada de este manjar blanco, le dio el visto bueno.
Al igual que Sherlock Holmes, empezamos a investigar la carta. Nuestras deducciones fueron las siguientes: precios razonables, buena variedad en cuanto a carne y pescado y la posibilidad de pedir tapas o raciones. Ahora sólo nos faltaba un punto importante: investigar el sugerente crimen.
Nuestro caso comenzó con el pez mantequilla con trufa, ya que Mónica, su simpática camarera, nos aseguró que era uno de los productos estrella de la carta. Nosotros como buenos detectives, no podíamos confiar en su palabra, así que tuvimos que comprobar con nuestras papilas gustativas que no nos había mentido. Mi compañera y yo lo probamos a la vez, nos miramos sin decir nada y asentimos con la cabeza. Mónica estaba en lo cierto.
El segundo sospechoso fue un tartar de atún rojo con aguacate. Su buena apariencia nos hacía sospechar que estábamos ante algo tan peligroso como apetitoso, pero teníamos que hincar el tenedor para alcanzar la verdad. Cuando lo probamos, seguimos sin poder poner objeción ninguna al caso. Estaba lo bastante bueno como para seguir con ganas de avanzar.
Los siguientes sospechosos fueron una pareja de pinchos de solomillos de foie, muy recomendables si tu intención es probar un poco de todo. El solomillo estaba tierno y el foie en su punto perfecto. Para mi gusto, a uno de ellos le sobraba un poco de sal, pero seguía habiendo un nivel bueno en la carta.
La investigación estaba llegando a su fin, pero nuestros estómagos no se dieron por satisfechos hasta pedir el último plato: la carrillada de cerdo ibérico en salsa con puré de patata. Buena elección sin duda, querido Watson.
En la recta final, no nos quedó otra que investigar a los últimos sospechosos y su potencial delictivo: los postres. Mi compañera, chocolatera empedernida, apostó por la tarta de chocolate, que a pesar de estar buena, era más bien un brownie. En mi caso, aposté por el postre favorito de Bugs Bunny, una porción de carrot cake. Si la tarta de chocolate tenía un 7, la carrot cake estaba de 9. Tremenda.
Tras examinar todas las pruebas del caso, cerramos nuestra exhaustiva investigación con la siguiente conclusión: muy buen local y especialmente apto para tener una velada romántica. La relación calidad-precio es buena (20-25€ por persona). Aunque podríamos calificarlo con un sobresaliente, preferimos ser como esos padres que están muy satisfechos con un notable, pero quieren que su hijo sea de matrícula de honor en el futuro.
Al salir por la puerta, le pregunté a mi compañera que le había parecido. Su respuesta fue: “Elemental, querido blogger”.