Hace unas semanas Juanpe Sánchez López, autor del poemario Desde las gradas, escribió en Twitter: «¿Te gusta Madrid o querrías ser un personaje de Jonás Trueba?». La pregunta me hizo pensar en algo que el propio Trueba dijo sobre su ciudad, que también es la mía, a propósito de una escena de la película La virgen de agosto.
«Cuando viajamos activamos como una especie de mirada naïf, curiosa, que yo creo que es sana, y sin embargo cuando estamos en nuestra ciudad muchas veces vamos caminando mirando al móvil o al suelo y no miramos las cosas», reflexionaba Trueba. Y precisamente esa voluntad de mirar la ciudad propia con ojos nuevos –o, al menos, más atentos– permite reparar en detalles que, de otra manera, nos pasarían inadvertidos.
Detalles como el hecho de que se pueden encontrar grabados de animales escondidos por Madrid. Y todo lo que rodea a estos guiños es, de forma deliberada, un enigma.
Un secreto muy bien guardado
Todo lo relacionado con estos grabados, que se pueden encontrar en algunos bancos de piedra de Madrid, es impreciso: no se sabe con exactitud cuál es el número total ni la variedad de figuras talladas. Lo único que hay son aproximaciones de paseantes atentos que, como Eduardo de Madrid en este hilo, han ido recopilando algunos de ellos.
Estos pequeños grabados se vienen realizando desde hace años en distintas obras de la ciudad, de la misma manera en que «arquitectos, albañiles y constructores han ido dejando señales a lo largo de la historia en iglesias, palacios, catedrales, plazas o calles, casi siempre anónimas», explican a este medio desde el Área de Obras y Equipamientos del Ayuntamiento de Madrid.
Una de las ubicaciones donde se pueden encontrar estos guiños es en la remodelación de la acera del Jardín Botánico, donde se ha grabado un gato jugando con unas flores. Otros, señala el Consistorio madrileño, se pueden localizar en la plaza de Alfredo Mahou, en Canalejas o en la calle Amaniel.
Unos grabados con mensaje
«En todos los casos se trata de grabados muy discretos para que no supongan un impacto en el paisaje. De hecho, se busca que la gente los descubra», señalan las mismas fuentes. En la calle Alcalá, por ejemplo, se puede observar el grabado de un perro salchicha, que «supone un doble guiño: simboliza que Madrid es una ciudad abierta en la que no solo caben los gatos.»
Preguntados por información más precisa acerca de estos guiños, desde el Ayuntamiento prefieren no entrar en detalles: «La idea es ir dejando pequeñas señales secretas en la ciudad que la gente vaya descubriendo por casualidad y se pregunte de quién son, qué significan, cuántas más habrá… Entrar en los detalles que pedías supondría poner fin a este entretenido misterio para madrileños y visitantes».
La única manera de conocerlos y descubrirlos todos es, entonces, activar esa mirada de la que hablaba Trueba y pasear por Madrid con los ojos de quien la descubre por primera vez y la redescubre todos los días, a través de pequeños detalles como este.