La imagen de ciclistas con mochilas cúbicas gigantescas colgando de las escápulas se ha incorporado ya irremisiblemente y a una velocidad pasmosa al paisaje urbano de Madrid (y casi de cualquier ciudad medianamente grande). Es difícil hablar de 2020 sin mencionar a los riders. A pesar de que Glovo o Deliveroo llegaron a España hace cinco años, no ha sido hasta 2020 cuando su influencia en la ciudad ha alcanzado cotas máximas y tampoco ha sido hasta el 23 de septiembre 2020 que las condiciones laborales bajo las que emplean a sus riders no han sido expedientadas.
Hace tres meses el Tribunal Supremo falló que los riders de Glovo son falsos autónomos: que la relación entre los riders y la empresa tiene naturaleza laboral.
La noticia planteaba un cambio en el marco de actuación de las multinacionales y, aunque no lo hemos preguntado abiertamente, no cuesta imaginarse a los seis cooperativistas que integran La Pájara celebrando la noticia como si de un gol en el 90’ se tratara. La Pájara, dicho sea de paso y en palabras de uno de sus integrantes, es “un servicio de recados que se basa en dos productos: la mensajería (pequeños paquetes, cestas de compra, documentos de gestoría…) y comida a domicilio”.
El autor de la frase entrecomillada es Martino Correggiari, arquitecto, antiguo trabajador de Deliveroo y socio fundador de La Pájara. Quedamos con él en Tirso de Molina, entre pedido y pedido nos hace un hueco. Llega con un maillot con los colores corporativos (o cooperativos) y un nombre impreso en el pecho: el Búho. Martino habla y la referencia a la primera persona del singular es casi inexistente: siempre habla en representación del colectivo.
No en vano, el colectivo, La Pájara, diseña su hoja de ruta mediante consenso entre sus fundadores: “decidimos a nivel asambleario con quién trabajar, qué tarifas, qué colaboración…”, dice Martino, y le preguntamos qué harían si se diera la posibilidad de trabajar con McDonald’s: “Uno de los pocos limites que hemos puesto es no trabajar con cadenas o franquicias. Queremos colaborar solo con pequeños restaurantes”.
La Pájara empezó a funcionar a finales de 2018 y eran 4 los riders que integraban su plantilla. Durante la desescalada se sumó Cristian y en noviembre ha entrado en plantilla un nuevo rider. Claro, en La Pájara también han notado (relativamente para bien) el impacto de la pandemia: “Nosotros hemos tenido que cerrar la actividad durante el primer estado de alarma, pero cuando volvimos a abrir en mayo tuvimos un boom que casi no podíamos aguantar. Este año ha sido bastante difícil, en el promedio hemos aumentado, hemos contratado a más gente… pero estos altibajos nos han condicionado bastante. Lo que intentamos evitar precisamente son esos altibajos”, dice Martino.
Otros de los atributos mediante los que se define La Pájara están cercanos al vegetarianismo, al consumo responsable o al comercio de proximidad. Además de la transparencia y el valor de educar al consumidor porque este “pierde la percepción de estar pagando un servicio a domicilio y la empresa abusa con el restaurante: 35 o 40% más IVA, más tarifa mensual…”.
No es esta la única diferencia de La Pájara con respecto a Deliveroo, Glovo o Uber Eats. Ellos dicen que el modelo “es muy parecido o casi igual. Lo que es diferente es la estructura que está detrás. Se llama Coopcycle y es un proyecto de economía colaborativa: es una plata forma abierta, pero tiene el límite de que has de ser una cooperativa”.
“Otra diferencia”, dice Martino “es nuestras condiciones de trabajo. Hemos vivido la precariedad de trabajar con plataformas como Deliveroo y Glovo y hemos decidido que esa inseguridad no la queríamos repetir”.
El último punto mediante el que se define La Pájara en contraposición con las multinacionales ya mencionadas está vinculada al sistema de valoración: “nosotros no tenemos un sistema de valoración del repartidor y eso es importante porque al final esclaviza al trabajador”.
Sobre el tipo de cliente, dice Martino que “la mayor parte de consumidores y consumidoras tienen una cierta sensibilidad en el consumo y en el compromiso social. También se nota en que, si alguna vez llegamos tarde al traer un pedido, la respuesta es que no pasa nada”. Leí en algún sitio una cita mal atribuida (ahora lo sé) al lingüista estadounidense Noam Chomsky (la cita deriva de una afirmación del activista Patrick Geddes) que nace en el contexto urbanista y se extiende a todos los ámbitos de la vida. “Piensa globalmente, actúa localmente” es lo que dice la cita en cuestión y, bueno, más allá de como un mediocre eslogan publicitario o como una frase que conforme una vacía perorata política, el motivo por el que se usa para cerrar el artículo necesita poca justificación.
Foto de portada: Ángel Biyanueba (@angelbiyanueba)