Tú, que acabas de llegar de vacaciones y aún no sabes cómo volver a lidiar con tu vuelta a la gran ciudad, te habrás dado ya cuenta de que quien dijo aquello de «el trabajo ennoblece» seguramente no tenía que hacerlo. O se pegó un golpe fuerte en la cabeza de camino a casa.
No nos engañemos: por muy vocacional que sea tu forma de ganarte la vida, el trabajo es una imposición. Otro gallo cantaría si se pudiera llenar la nevera y comprar ropa del Primark con un «muchas gracias».
Lo que está claro es que si el trabajo fuera otra cosa, también lo serían las vacaciones, y nos podríamos ahorrar tener que escuchar al pesado de tu compañero de trabajo, o al portero de tu bloque, o a Pepe el del bar con las mismas frases del año pasado. Aquí van algunas para que vayas haciendo cuerpo.
«Con lo bien que estaba yo tumbado en la playa»
¿Ahora entiendes que te paguen por trabajar y no por ver secar la pintura desde tu sofá?
«Tengo síndrome posvacacional»
Tú lo que no tienes es ganas de trabajar y once meses por delante. Nada nuevo en la viña del señor.
«Ya tenía ganas volver a Madrid»
Ña ñeñía ñañas ñe ñoñer a Ñañrid
«Qué barato es todo fuera de Madrid»
No creo. ¿En serio?
«Odio el despertador»
No digas esas cosas tan feas. Solo tiene que aprender a quererle.
«Volver a Madrid me estresa»
Qué pena. Para nosotros un lunes en el metro de Madrid es como ir a un spa.
«La próxima vez no vuelvo de la playa»
Suena bien. Te veo mañana en la oficina.