El NO2 es el contaminante que más ensucia el aire madrileño. En tiempos normales, el dióxido de nitrógeno que mana de los tubos de escape nos atosiga hasta el punto de cercar la ciudad con un anillo de polución que se ve, y casi apesta, desde la sierra y los pueblos de la región.
Pero no estamos en tiempos normales. La práctica extinción del vehículo privado en nuestras calles ha supuesto una bajada radical en los niveles de contaminación. Conforme pasan los días en que no nos movemos, los datos mejoran. Hoy sabemos que el NO2 se ha desplomado más que nunca en la última década.
La paralización casi total de la urbe ha provocado una caída del 64,6% del NO2 en el aire sobre el promedio de 2010 a 2019, el porcentaje más bajo de los últimos 10 años, según los registros difundidos por el Área de Medio Ambiente y Movilidad del Ayuntamiento de Madrid y recogidos por Europa Press.
El coronavirus y sus estragos en la movilidad ciudadana no es el único factor que explica las métricas optimistas: la buena ventilación y las restricciones del área de bajas emisiones (Madrid Central), que siguen en vigor durante el confinamiento domiciliario, han favorecido la caída en picado del dióxido de nitrógeno en el aire.
El cielo luce más limpio y más azul que nunca, dejándonos imágenes tan bonitas que cuesta creérselas y un acontecimiento que siempre recordaremos: la desaparición del nefasto cerco gris, ahora que la famosa boina de contaminación se ha disipado.
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