«Madrid se definió como una comunidad de Villa y Tierra al igual que la mayoría de las ciudades castellanas de la Meseta Norte». Con esta cita del libro Madrid, historia de una capital casi podríamos concluir el artículo y solucionar una duda que se repite a menudo. Pero si había tantas villas, cabe plantearse por qué a Madrid se la sigue conociendo como tal, a pesar de que desde hace 500 años que por su densidad de población y núcleo urbano se la podría llamar oficialmente ciudad.
Cuando Felipe II instala la corte en Madrid, en 1561, la ciudad en realidad era un pequeño pueblo poco relevante que reproducía un sistema feudal en el que la villa ejercía el papel de señor y las aldeas que constituían los arrabales el de la servidumbre. Aunque, lo cierto es que desde el siglo XII Madrid ya empieza a desarrollar una personalidad característica que la hace destacar. Como realengo que era, no tenía peso en la ciudad la alta nobleza ni la jerarquía eclesiástica, lo cual hizo que se desarrollaran especialmente los oficios y puede que fuese uno de los motivos por los que el rey apodado como el prudente la eligiera como capital permanente.
Aunque tras ser nombrada capital permanente de la Corte aumentó su población por tres, los madrileños nunca han reclamado que se le dejara de llamar villa. En parte porque ese pueblo en el que los oficios prosperaban lo ha seguido siendo, hasta la explosión de migrantes de mediados del siglo XX. «En su camino de villa a metrópoli, quedaban en el Madrid de los años treinta algo más que restos del pasado: artesanos, trabajadores de oficios, pequeños talleres y muy pequeño comercio, traperos (…)» se lee en otro capítulo de Madrid, historia de una capital.
Cuesta imaginar en el Madrid actual, ahora que el sector servicios representa un 85,9% de su estructura productiva, según los datos del Ayuntamiento, y en el que solo sobrevive una fábrica preindustrial —la Real Fábrica de Tapices— una ciudad repleta de artesanos y pequeños comerciantes, pero hasta hace dos generaciones, esto era lo normal en la capital.
La villa y Corte se convierte el capital oficialmente en el siglo XX
La villa siguió siendo Corte —salvo por la excepción del lustro que va del 1601 al 1606, cuando se trasladó a Valladolid por interés del duque de Lerma— pero no se oficializó como capital hasta la llegada de la democracia. Ironías de la historia, la Constitución Española de 1978 declara en su Artículo 5, el más corto, lo siguiente: la capital del Estado es la villa de Madrid. Justo cuando la ciudad empieza a perder ese carácter de pueblo y empieza a parecer una capital más europea, con los consiguientes problemas de una gran urbe moderna, adquiere por fin su título oficial de villa.