En realidad, conocer el Madrid de los Austrias es conocer el Madrid primigenio. Si no conoces alguno de los edificios históricos que completan este barrio o no has paseado por estas plazas es casi como si no conocieras la ciudad. Su perímetro coincide con el trazado medieval de la ciudad, así que aunque quede poco de la muralla, los alrededores de la calle Mayor son el inicio de lo que la capital es hoy.
Se llama así, y no Madrid antiguo, porque fue Felipe II el que trajo la capital a la ciudad e hizo que se desarrollara. Aunque los límites oficiales del Madrid de los Austrias a veces están confusos cuando se explican a los turistas, ya que para simplificar se incluyen zonas de Centro y La Latina que no formaban parte del barrio.
1. Plaza Mayor
En sus 400 años de historia la plaza ha evolucionado tanto como para cambiar de nombre —en origen se llamaba la plaza del Arrabal—, pero continúa siendo un centro comercial y social de la ciudad.
El diseño original del siglo XVI es de Juan de Herrera (quien también proyectó El Escorial), pero posteriormente fue reestructurada por Francisco y Juan Gómez de Mora. Aunque el espacio ya se utilizaba para celebrar ferias desde que en 1463 Enrique IV concedió a la villa este privilegio.
La plaza, originalmente con soportales de madera, pasó por varias reformas hasta convertirse en la gran plaza Mayor de Madrid en 1617, cuando el arquitecto Gómez de Mora consiguió proporcionarla y enmarcarla dentro de un rectángulo de 152 metros de largo por 94 metros de ancho. La construcción sobre una plataforma artificial resolvió el desnivel entre la plaza y la Cava de San Miguel mediante viviendas a modo de muro-talud —por eso parece que las casas son curvas en su base. El remate final para solucionar el problema fue construir la escalinata y el famoso Arco de Cuchilleros, que se convirtieron en símbolos distintivos del Madrid de los Austrias.
2. Monasterio de la Encarnación
El Real Monasterio de la Encarnación fue fundado en el siglo XVI por la reina consorte Margarita de Austria, esposa de Felipe III. En origen estuvo unido mediante un pasadizo al antiguo alcázar de Madrid (de hecho, era donde escuchaban misa los monarcas), pero el pasadizo desapareció cuando se construyó el Palacio Real. Su arquitectura combina elementos renacentistas y barrocos, pero lo que más destaca desde fuera es la iglesia. Aquí se guarda la sangre de San Pantaleón que desde hace siglos todos los 27 de julio se licua y la iglesia se llena de fieles y curiosos.
El monasterio, en el que todavía viven monjas, también tiene importantes conjuntos escultóricos y pictóricos. Uno de los más impactantes es el Cristo yacente de Gregorio Fernández, que es a tamaño natural y de gran realismo. Otra curiosidad es la sala en la que hay más de 700 reliquias de santos, es difícil encontrar algo así en otra parte del mundo. Aquí yacen restos de Teresa de Jesús, san Ignacio de Loyola o san Agustín, entre muchos otros.
3. Plaza de La Villa
La plaza de la Villa, por donde desemboca la Calle del Codo, es uno de los conjuntos mejor conservados del Madrid medieval que muchas veces se pasa por alto. Hay quien atraviesa la plaza a menudo porque baja o sube por la calle Mayor y desconoce datos como que la Casa y Torre de los Lujanes (al fondo) es el edificio civil más antiguo de la capital —construido en la segunda mitad del siglo XV.
Le sigue por antigüedad la Casa Cisneros, que la construyó el sobrino del famoso cardenal y que se reconoce fácilmente por el pasadizo volado que lo conecta con la Casa de la Villa. Esta última ha sido la sede del Ayuntamiento de Madrid desde el 1693 hasta el 2007 y condensa casi todas las características de la arquitectura madrileña, que siempre mira hacia El Escorial y la obra de Juan de Herrera.
4. Monasterio de las Descalzas Reales
El Monasterio de las Descalzas Reales fue fundado en el siglo XVI por Juana de Austria, hija del emperador Carlos V y hermana de Felipe II. Este monasterio ha sido un enclave de vida monástica y espiritualidad durante siglos. Su arquitectura combina elementos renacentistas y barrocos, presentando una fachada sobria, pero en el interior alberga una riqueza artística y cultural que sigue siendo un tema de interés para pódcasts actuales como Las hijas de Felipe.
Lo más notable de este monasterio es su extraordinaria colección de arte, que incluye pinturas de artistas barrocos italianos, tapices de Rubens y objetos religiosos de gran valor histórico y artístico. Además, su conexión con la realeza española le confiere un carácter especial, ya que fue hogar de varias hijas e hijas nobles de la realeza que tomaron los votos religiosos y que dejaron su impronta en el convento.
5. Palacio Real
El Palacio Real de Madrid no es residencia oficial de la familia real desde los tiempos de Alfonso XIII, de hecho, es más un museo que se puede visitar y solo se utiliza esporádicamente para algún acto importante. Es el palacio más grande de Europa Occidental, su arquitectura barroca y neoclásica irrumpe con su monumentalidad en medio de la ciudad. Está además rodeado de los jardines de Sabatini y el Campo del Moro, que en origen lo unían a la Casa de Campo donde cazaban los monarcas.
Fue construido en el siglo XVIII, se erigió sobre las cenizas del antiguo alcázar de los Austrias, que no convencía a los Borbones. La nueva dinastía, que llegó con Felipe V, decidió levantar un palacio del gusto de su país de origen: Francia.
El interior del Palacio Real es un testimonio del esplendor y la opulencia de la monarquía española, exhibiendo una colección extraordinaria de arte, mobiliario, tapices, porcelanas y obras maestras de pintores como Velázquez, Goya y Caravaggio. Algunas de sus salas son el resumen de este poderío, como el Salón del Trono y el Salón de Gasparini. Pero donde más historias se suceden es en la escalera principal, que ha sido testigo de revueltas, como la que hubo contra el regente Espartero o contra el Trienio Liberal.
6. Galería de las Colecciones Reales
La Galería de las Colecciones Reales es el último gran museo de Madrid y el edificio más moderno de la lista.
Parecía difícil competir con la oferta museística que tiene ya la ciudad, pero las grandes obras de arte que los reyes han ido adquiriendo a lo largo de los siglos —desde los visigodos hasta al siglo XX— han entrado directos en la lista de visitas que hay que hacer en la capital.
Entre las 650 obras hay pinturas de Rafael, Tiziano, Velázquez o Rubens; una primera edición de El Quijote y restos de la muralla árabe.
7. Colegiata de San isidro
Hasta que se terminaron la obras de La Almudena, y se consagró como catedral en 1993, la Colegiata de San Isidro llevaba ostentando este título un siglo, aunque siempre fue de manera “temporal”. Está ubicada en la calle Toledo, entre la plaza Mayor y La Latina. A pesar de ser de grandes dimensiones al estar unida a otro edificio contiguo pasa desapercibida respecto a otras iglesias, pero arquitectónicamente tiene bastante valor.
Primero la proyectó el jesuita Pedro Sánchez siguiendo el modelo barroco de la iglesia de Il Gesú en Roma. Pero en el siglo XVIII el arquitecto Ventura Rodríguez rehizo el interior con un nuevo presbiterio y un altar mayor de estilo neoclásico.
Durante la Guerra Civil se destruyó la cúpula, fue una pérdida importante porque era la primera encamonada —una falsa cúpula de yeso y madera— y algunas obras de arte de Luca Giordano y Francisco Ricci.
8. La Almudena
Para que La Almudena llegará a ser la catedral de Madrid hubo que esperar más de un siglo, desde que Alfonso XII puso la primera piedra en 1868 hasta su consagración en 1993. Diseñada originalmente por Francisco de Cubas, la obra evolucionó a lo largo de los años con contribuciones de otros arquitectos, como Chueca Goitia y Carlos Sidro, adaptando el proyecto para armonizar con el entorno, particularmente con el Palacio Real. El resultado de tanta intervención nada tiene que ver con el proyecto inicial y no ha acabado de convencer a los madrileños.
Tras el parón de la Guerra Civil, la construcción se reactivó del todo en 1984 bajo el cardenal Ángel Suquía y, finalmente, fue consagrada por el Papa San Juan Pablo II. El estilo final está a caballo entre el neogótico y neoclásico, sin llegar a ser ninguno.
El interior alberga obras de arte como el Cristo Crucificado de Juan de Mesa y presenta una planta de cruz latina con elementos decorativos, vidrieras y capillas dedicadas a santos madrileños. La cripta fue lo primero que se realizó y alberga sepulturas notables y reliquias históricas, incluida la Virgen de la Flor de Lis, la imagen mariana más antigua de Madrid, descubierta en el siglo XVII y datada entre los siglos XII y XIII.